8 marzo 2023, miércoles de la 2ª semana de Cuaresma. Puntos de oración

Comenzamos hoy nuestra oración, suplicando: “Señor Jesús, tu palabra es vida y gozo para mí. Lléname de tu Espíritu Santo para que yo pueda tener la fortaleza y el coraje para abrazar tu voluntad en todas las cosas y renunciar a cualquier cosa que se le oponga”.

“Así que le pedí perdón a mi mamá por haber protestado tanto y le di gracias por ayudarme y aconsejarme que los hiciera pronto”, es lo que le dijo una niña a su mamá después de cargar con su pequeña cruz, la de los deberes de clase, y ponerse a hacerlos… Hoy vemos a Jesús subiendo a Jerusalén. Él sabe bien lo que le espera allí: el Hijo del hombre va a ser entregado, condenado a muerte, azotado y crucificado; y al tercer día resucitará. Jesús va a Jerusalén, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén pero, sobre todo, porque quiere cumplir la voluntad del Padre: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

Estamos al principio de la cuaresma y nos puede pasar como a esa niña, que le costaba mucho ponerse a hacer las tareas de clase, ¡qué pereza, qué aburrido! Pero se hizo caso de su mamá y en poco tiempo hizo los deberes. Quedó tan contenta que hasta le resultó fácil pedir perdón a su madre por sus resistencias iniciales. La cuaresma (ayuno, oración, penitencia, limosna), o la vida cristiana (mandamientos, ir a misa los domingos), nos pueden parecer algo muy costoso y aburrido, algo así como los deberes. Pero si nos hacemos caso de nuestras madres y sobre todo de nuestra madre del cielo, si cambiamos de actitud como nos pide Jesús: no elijáis los primeros puestos donde los que están sentados, lo están a la vista de todos, sino poneos a  servir a todos. Es la paradoja de la perfección cristiana: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Abelardo decía que había que subir bajando, que a la cumbre más alta de la santidad se sube bajando por la senda de la humildad. Pidamos a la Virgen que nos haga humildes y nos enseñe a vivir como lo hizo Jesús, el siervo de Dios y de los hombres. 

Y seguro que, junto a la vivencia de la cuaresma, el primer fruto que vamos a cultivar va a ser una tremenda alegría, una alegría permanente. Esa alegría profunda del corazón humilde, que no hace ruido y que se comunica sin necesidad de palabras. 

Madre nuestra, Santa María: danos tus ojos para mirar a Jesús, tus oídos para escucharle, tus manos para servirle y sobre todo, tu corazón para amarle.

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