Las lecturas de este martes de la segunda semana de cuaresma nos sitúan
de nuevo en el camino cuaresmal.
La lectura del profeta Isaías nos recuerda algunas realidades divinas
que debemos meditar con frecuencia: aunque vuestros pecados sean como
escarlata, quedarán blancos como nieve. Condición: dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien, buscad la justicia, defended al oprimido. Si sabéis
obedecer…
Nos podemos preguntar hoy si realmente obedecemos a Dios en nuestra
vida, si estamos dispuestos a seguir su camino, que es el camino de la
cuaresma. Porque eso es la cuaresma, seguir al Señor en su camino hacia la cruz
y la Resurrección. Vamos con él. Él es la cuaresma de nuestra vida, como será
también nuestra Pascua.
Podemos caer en la tentación del desaliento, que nos puede llevar a no
seguir luchando, a dejar las cosas como están, a guardar las apariencias. Pero
hoy Jesús en el evangelio nos dice que ese no es el camino. Fue el de los
fariseos, pero no puede ser el nuestro.
Ante el desaliento, nos propone su caminito, el que nos mostró también
santa Teresita: el que se humilla será enaltecido, el primero entre vosotros
sea vuestro servidor.
Dejémonos ayudar por María en este camino cuaresmal, al que va unido
también el deseo de un cambio, cambio que no es extraordinario y para el que es
muy fácil ir poniendo peldaños, como el de la confesión bien preparada y la
comunión vivida en profundidad.
El fruto: al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.