La Virgen es esperanza nuestra porque allí donde aparece Ella, inmediatamente está Jesús (...) ¡Volved! Si no os atrevéis, ¡Id de la mano de Santa María! Para la Virgen siempre hay un hueco (...) Tú, para la Virgen, siempre debes tener un espacio. ¡Haz un hueco en tu corazón! Pon a María en tu vida y sentirás su ternura, palparás su bondad. Ella te transformará en Cristo. Ella te hará, como al Papa, todo suyo. Hay que traer a la Virgen al mundo para meter a Cristo. No se puede ser cristiano, decía Pablo VI, sin ser mariano. ¡Mete a la Virgen en tu vida!, tendrás paz en el alma y llevarás –porque Ella es la Reina de la paz- la paz a los corazones (...)
¡Amad en el mundo! ¡Dad un testimonio de amor! Y comenzaréis a hacer un mundo mejor (...) Todos cuantos estáis aquí, buscad la unión. Acercaos a la oración. ¡Orad! ¡Amad a Jesús para poseerle! Se le posee en cuanto se le ama. Y en cuanto sintamos a Jesús en lo íntimo de nuestro corazón, descubriremos que todo en esta vida es nada, basura, comparado con Él.
Entonces imploraremos misericordia y la obtendremos. Con seguridad, ¡Dios nos perdona! Seamos misericordiosos con todos. Que la Virgen Inmaculada, esperanza nuestra, nos lo conceda. (*)
(*) Luces en la Noche, pp. 221-240. Vigilia de la Inmaculada en la Basílica de la Merced (7.12.1980)