Al iniciar nuestra meditación diaria, siempre hay que tener en cuenta las recomendaciones que hacen los grandes maestros espirituales, uno de ellos es Fray Luis de Granada que proponía cinco partes de toda meditación: 1ª Preparación del corazón. 2ª Lectura sosegada del pasaje escogido. 3ª Meditación de lo leído. 4ª Acción de gracias. 5º Petición de lo que nos conviene.
Seguimos en el tiempo de Pascua que la Iglesia nos propone para seguir “gozándonos intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor” (S. Ignacio).
“Amor”, “amar”: son palabras que se repiten continuamente en las lecturas de hoy. En estos textos se está tratando el núcleo más profundo de la fe cristiana. Amor es la palabra que mejor resume el mensaje de Jesús. No en vano el cristianismo ha sido calificado como la “religión del amor”, éste es sin duda el secreto de la rápida difusión del cristianismo en el mundo hostil romano, es la que los mismos paganos decían respecto de los cristianos: “Mirad cómo se aman”.
Esa rápida difusión no fue debido ni al prestigio personal de los creyentes, ni a la existencia de grandes filósofos ni apologetas, lo que hizo en primer lugar difundirse el evangelio: fue el amor, la generosidad, la coherencia de aquellos creyentes, lo que hizo que el mensaje de Jesús creciese como la semilla de mostaza.
“Quien no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” y debemos “permanecer en el amor” ya que es una actitud central y vital que penetra toda la persona y así realizar la vieja esperanza profética de cambiar nuestro corazón de piedra –egoísta, insensible, encerrado en el estrecho círculo de nuestros caprichos e intereses- para tener un corazón de carne –sensible, afectuoso, que sabe comprender y disculpar, que está abierto al amor de todos. Permanecer en el amor, es lo mismo que permanecer en Cristo.
Jesús nos dice: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté con vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud”. Éste es el secreto del Evangelio, ser capaz de convertir el amor en la clave y en el eje de nuestra vida.
En el año 202, Santa Perpetua fue encarcelada en Cartago, separada de su hijo pequeño. Ella misma decía: “Jamás había experimentado tinieblas semejantes. ¡Qué día aquel tan terrible! Me sentía atormentada por la angustia de mi niño… Por fin, logré que se quedara conmigo, y al punto me sentí con nuevas fuerzas… y súbitamente la cárcel se convirtió en un palacio, de suerte que prefería morar allí antes que en ninguna otra parte”.
En un mundo, tan vacío de sentido, el camino del amor es el camino del encuentro de Dios.
Al final de nuestra meditación, terminar con un coloquio con la Virgen María, en este mes de Mayo dedicado a Ella para que nos prepare a recibir al Espíritu Santo como preparó a los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén.