Puntos para la oración 9 mayo 2009.

Antioquia de Pisisia. Pablo había hablado el sábado en la sinagoga y le gustó mucho a la gente, tanto a la mayoría de los judíos como a los gentiles que asistían.

Durante toda la semana sigue difundiéndose la noticia y la novedad. El sábado siguiente es cuando empieza a ocurrir lo que narra esta lectura de los Hechos de los Apóstoles.

Podemos pedir a la Virgen que nos alcance un corazón grande y dilatado como las orillas del mar.

En la escena vamos a hacer intervenir a Joel, fariseo de la ciudad. Éste era bien entendido y se da cuenta de que lo que predica Pablo, no es exactamente lo que estaba acostumbrado a oír y también le han llegado algunas noticias difusas sobre Jesús. El sábado siguiente la sinagoga se llena. Tú te la imaginas, una gran sala sin nada en las paredes con una parte elevada para hablar y al fondo, detrás de una pared con celosía las mujeres.

Todos están sentados en el suelo. Han hecho unas oraciones y cantado salmos. Después llegan las explicaciones. Empiezan a hablar Pablo y Bernabé. Hablan de la noticia de la Resurrección y de la misericordia de Dios, de perdonarnos los pecados. Te puedes imaginar el discurso, o pensar que eres tú mismo el que habla y construirte un discurso viendo lo que puedes contar a esta asamblea.

¿Qué piensa este fariseo y sus amigos? Ahora se dedican a obstaculizarle. ¿Qué pegas le ponen? ¿Se parecen a las que te ponen a ti o son esencialmente distintas? A pesar de todo, al siguiente sábado, hay más gente y así varios sábados. Los Hechos dicen que estos judíos se recomían de envidia, es decir del dolor por el bien ajeno y casi más que la diferencia de la doctrina, les dolía su éxito.

Ahora piensa en ti. ¿Tienes envidia de alguien o de algo? Seguro que como eres católico piensas al toque “¿Envidia yo? Eso está mal y con lo bueno que soy, no tengo ese defecto”. Ahora piensa de otra manera.

¿Te duele que otros grupos cristianos vayan mejor que la Milicia, o que otras personas progresen más que tú?

En el momento actual, ¿practicas lo de alegrarte de los éxitos de los que piensan distinto que tú, o haces como el fariseo que estás pensando y pensando para buscar tus diferencias con el otro y agrandarlas para poder justificar tu enfado odio?

Date una vueltecita mental por los de otras confesiones, los ateos. Te alegras por sus éxitos aunque sus teorías sean erróneas. ¿Qué piensa Jesús de cada uno de estos grupos? ¿Amas explícitamente a Zapatero, a los vascos, a... aunque entiendas que hacen cosas injustas? ¿Aún intentas comprenderles y ponerte en su punto de vista?

Jesús está viendo todas estas cosas. ¿Qué piensa del fariseo Joel? ¿Cómo le gustaría que discurriesen las cosas ahora que los fariseos se van dando cuenta de que ellos no piensan igual? Mírale a la cara y dile algo para consolarle de su dolor al ver que aquellas personas que además son sus compatriotas, están dando coces contra el aguijón y se están perdiendo.

Acaba pidiendo un corazón grande como las orillas del mar para querer a todos y alegrarte por los éxitos de todos. Que aprendas a distinguir entre las personas, que todas son amables, y las teorías, que unas son más buenas que otras, y algunas son explícitamente malas.

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