1. Ponerse en la presencia de Dios.
2. Pedir que nos haga dóciles a sus inspiraciones.
3. Pedir tener la experiencia de la presencia de Jesucristo resucitado que tuvieron los apóstoles.
4. Acudir a María.
La oración esta mañana de este día de Pascua la podemos hacer desde la orilla del mar de Tiberíades.
Jesús se va a acercar también a la orilla del mar de Tiberíades, siendo todavía de noche.
¿Qué contempla Jesús? ¿Qué podemos contemplar nosotros?
Contemplamos un mar a veces en calma, a veces embravecido. Los pescadores que se afanan en la pesca. Unas veces les va bien, otras mal. Unas veces están contentos, otras enfadados. La mayor parte de su vida transcurre en la normalidad, en la cotidianidad de la vida del trabajo. Así es nuestra vida. Y es el mundo precisamente nuestro lugar teológico. En él debemos santificarnos y es allí donde recibimos las gracias. Muchas veces queremos huir de él, refugiarnos en casita y olvidarnos de la dura tarea de la pesca. Pero Jesús nos mira desde la orilla, está amándonos desde lejos aunque notamos que se nos hace presente. Es decir la distancia para Él se hace cercanía.
A veces la pesca de nuestra vida se realiza en la noche, sin ver nada y con un oleaje tremendo. Lanzamos las redes y no sacamos nada. La noche sobre el lago es como una imagen de nuestra vida en las horas bajas, de los momentos complicados y difíciles que vive la Iglesia, nuestro grupo… Parece que los problemas no tienen solución.
Ahora bien, a hacer la oración en estos días de Pascua nos tiene que llevar a reavivar la esperanza y la confianza.
Cuantas veces hemos sentido su presencia mientras faenamos en la mar del mundo embravecido, hemos sentido que Jesús se pone a nuestro lado y manda calmarse a las aguas. Que nos dice: “echa de nuevo las redes donde Yo te diga, y las sacarás llenas”. Necesitamos meditarlo en la oración, experimentarlo, porque volveremos de nuevo hoy a la tarea y hay muchos que nos esperan.
Podemos también hoy meditar en la oración junto a Jesús – Eucaristía, que se hace presente y quiere compartir mesa con nosotros, quiere compartir su vida. Jesús está esperando en la orilla. Es ya el amanecer. La noche ha dado paso al día. Podemos divisarle, reconocerle. Puede que a algunos, a veces como a los apóstoles nos cueste reconocerle, y necesitamos que nos hable o que comparta la comida con nosotros.
Así pues podemos escuchar sus palabras, reconocerle y gritar: “¡es el Señor!”. Algunos hasta lanzarnos al agua. “Señor lo que Tú quieras, y como Tú quieras”.
Otros necesitaremos encontrarnos con las brasas encendidas, y el pan y los peces preparados. Escuchar sus palabras de nuevo que nos interrogan sobre el amor que le tenemos. Es pues la oración un momento delicioso para compartir el despertar del día con Jesús, que nos invita a la intimidad. Aprovechémoslo.