Composición de lugar: al comenzar nuestra oración situarnos en el cenáculo donde los apóstoles se dedicaban a la oración con María, la Madre de Jesús. Nos sentimos unidos a toda la Iglesia, a todos los cruzados y militantes en este día, a las almas contemplativas: todos esperando la venida del Espíritu Santo, necesitados de un nuevo Pentecostés.
Súplica: Me pueden ayudar a pedir el don del Espíritu las oraciones de la liturgia de la Misa en estos días previos. Aquí tienes algunos ejemplos de súplicas para saborear en silencio y comprender la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida cristiana:
- Derrama sobre nosotros, Señor, la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras.
- Te pedimos, Dios de poder y de misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria.
- Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad.
Evangelio: El diálogo de Jesús resucitado con el apóstol Pedro es uno de los más conmovedores de todo el evangelio.
- Jesús le pregunta a Pedro tres veces si le quiere, porque tres veces le había negado en la Pasión. La respuesta humilde, pero sincera del apóstol repara su anterior cobardía, consuela el corazón de Cristo y restaura la paz del corazón: “Tú sabes que te quiero”. Yo también me siento llamado a reparar mis miserias y pecados expresándole a Cristo que le quiero, con toda mi pobreza, pero con todo mi corazón.
- Jesús le pregunta si le quiere más que nadie: “¿me amas más que estos?”. Esta pregunta sólo puede hacerla quien ama mucho, quien ha amado primero y merece una respuesta total de amor. Por eso, es una pregunta que contiene una declaración de amor del Señor, que sigue amando a Pedro, a pesar de su miseria. Jesús también me lo pregunta a mí desde su presencia escondida en el sagrario, cada vez que le recibo en la comunión, en la intimidad del corazón. ¿Qué le responderé si me lo pregunta hoy, ahora?
- Después de haber comprobado su amor, Jesús le encomienda a Pedro la misión de cuidar en su nombre a las almas: “apacienta mis corderos”. Jesús sólo puede encomendarnos una misión de ayudar a las almas si le amamos. El amor a Cristo lleva a amar a los hombres. Es la prueba de que ha madurado nuestro amor al Señor: cuando Él nos confía las almas por las que ha derramado su sangre. ¿Sabéis lo que pedía San Juan Bosco a Jesús, movido de su amor a los jóvenes?: “Dame almas y quítame lo demás”.
Para prolongar la oración en todas las acciones del día: Haz de tu corazón un cenáculo unido a María, donde cada latido, cada pensamiento, cada palabra, cada paso que des se transformen en invocación: “Ven, Espíritu Santo, luz, fuerza, amor” y en declaración de amor a Jesús: “Tú sabes que te quiero”.