¡Huye al silencio! ¡Aléjate del ruido! Toma al Niño y a su Madre. No vas solo.
Acuérdate: Lo único necesario es que Dios esté contento de ti. Lo que piensen los hombres no es lo que importa, sino lo que piensa Dios (...)
La unión continua con Dios que el entendimiento no logra, la puedes obtener con la voluntad adhiriéndola a la de Él.
No dejes de buscar la cruz aun en los gozos lícitos que Dios quiere. Somos tan bajos que es la única manera de purificar la intención.
Preocúpate de las cosas de Dios y deja en sus manos las tuyas.
El olvido total de sí y el morir al yo hasta que sea Cristo el que vive en mí, es el holocausto secreto que hace santos. En este lugar se detienen las almas fervorosas y por no pasar de aquí se despiden de la santidad.
Estar siempre a lo que Dios quiere y buscar cruz o aceptarla es tarea que debemos dejar a nuestra Madre. Ella hará posible lo imposible.
La santidad es algo imposible al hombre solo. No así a quien se entrega a la Virgen y le deja a Ella hacer.
Si no eres capaz de amar, vete al sagrario y déjate amar.
La fe viva, el celo de la gloria de Dios, el bien de las almas y el amor a la Santísima Virgen pídelo siempre y procúralo en todo. (*)
(*)Aguaviva, pp. 233-234 (Febrero 1979)