Para que te puedas imaginar la escena te copio la parte inmediatamente anterior de los Hechos de los apóstoles.
“Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos”.
Imagínate la escena. Los amos convencen a otros con falsas razones. Míralos entrando en la casa de los vecinos, comentando, yendo a donde otros, invitándoles a algo para ganárselos hasta que forman un tumulto suficiente como para poder prender a Pablo y Silas. Los empujones, las patadas. Seguro que les agarran de los pelos para que no se escapen. Casi es un linchamiento. No son policías que les esposan limpiamente y les conducen en una furgoneta, sino turbamulta. Entra ahora en la mente de Pablo, ¿qué puede pensar en esos momentos? Quizás se acuerda de lo que él participó con Esteban, de lo que le pasó a Jesús. ¿Se defendería? Va metido en la mancha de gente que le arrastra de allá para acá, ante un tribunal que actúa injustamente. Cuando les agarran no saben si acabarán libres o muertos. ¿Te ha pasado a ti alguna vez algo de esto? ¿Qué harías si te pasase? Es buena cosa que lo pienses para que se vaya modelando tu alma con los criterios adecuados para cuando te pase algo parecido, que seguramente te ocurrirá antes o después.
Ya han juzgado a Pablo y a Silas y empiezan a darles la paliza “legal”. Sigue pensando en lo que ellos tenían en la cabeza y en lo que vas a tener tú en un caso semejante. Lo mismo cuando les meten en la cárcel donde seguramente todos los demás eran maleantes, ladrones, borrachos y abusones depredadores de la sociedad. Continúa así con las escenas hasta que el carcelero se intenta suicidar.
Hasta ahora nos hemos puesto en la piel de Pablo, y simultáneamente nos hemos planteado qué haría yo en tales circunstancias, pero lo importante de la oración es pedir, suplicar algo reiteradamente al Señor. Aquí podría ser “Jesús dame un corazón semejante al tuyo”. Cuando esta noche te vayas a acostar, después de rezar las tres avemarías, se lo pides y mañana al levantarte y al llegar al lugar donde vas a hacer la oración, lo vuelves a pedir y te recuerdas todo lo que vas a meditar. Eso son las adicciones de San Ignacio. Lo siguiente es lo que ya te sabes, te arrodillas y no eres capaz de pensar en esto ni en ninguna otra cosa interesante, fundamentalmente tienes imaginaciones locas, pero Dios te va transformando por dentro. En general le interesa mucho que no tengas una oración consolada para que no pienses ¡Qué bueno soy! Para que sea Él sólo el que te transforme.
Ahora te imaginas a Jesús que está asomado a un balcón del cielo contemplando lo que pasa. Yo creo que sería algo parecido a lo que siente una madre cuando va a presenciar una oposición de su hijo y el tribunal le empieza a preguntar cosas difíciles, ¿las sabrá responder o le suspenderán? Y cuando ve que acierta plenamente, da saltos de alegría. Allí estaba el tribunal de la vida examinando a Pablo sobre cómo se reacciona ante un caso problemático y Pablo responde de maravilla. El resultado final es que se parece más a Jesús, que gana cielo y que redime almas, las almas de los que tiene allí delante. Una injusticia inmensa se ha transformado en un éxito rotundo de Dios sobre el mal.
Acaba diciendo algo a María.
También puedes pensar cómo reaccionó Jesús ante situaciones semejantes, o sobre nuestra impotencia y la necesidad del Paráclito que aparece en el evangelio. Y en cómo se produce el fruto de la oración que te comenté antes.