Acabamos de estrenar un Año Nuevo en la Iglesia. Si cuando comenzamos el año civil, es tan frecuente decir: “Feliz y próspero año nuevo”, con mucho más motivo en estos primeros días del adviento debemos llenarnos de buenos deseos, porque Dios y “gritar” a todos: alegraos, el Señor está cerca, ya viene.
Así, al comenzar hoy la oración, pidamos al Corazón Inmaculado de María que este adviento, recién estrenado, sea un tiempo fuerte del espíritu, que rebose esperanza y que nos preparemos para recibir a Jesús. “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, Yo entraré y cenaré con él, y él Conmigo” (Ap 3,20).
El primer personaje que presenta la liturgia de adviento es al profeta Isaías, hoy en la primera lectura (Is 25,6-10a) el profeta habla al pueblo de Israel que pasa una tremenda crisis. Han perdido la patria y desterrados en Babilonia lloran su situación. El hombre de Dios ve más lejos y anuncia la gran liberación: “En aquel día preparará el Señor…, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. … Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros…; celebremos y gocemos con su salvación”. Así también nosotros ensanchemos nuestro corazón y gocemos con la esperanza de la salvación que nos ha sido dada en Jesucristo.
Para meditar en el Evangelio (Mt 15, 29-37) podemos hacernos la siguiente composición de lugar. Una multitud acude a Jesús para escucharle y ser curados de sus dolencias y en medio de esas gentes –“tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos…” estás tú, echado a sus pies, también con tus problemas y desde ellos te dispones a observar (reflexionar desde el corazón): Ves hablar a los mudos, correr a los lisiados, con vista a los ciegos y entonces, lleno de admiración, comienza a alabar al Señor dando rienda suelta a los sentimientos que broten en tu corazón.
- Sano realismo. Muchas veces pensamos que nuestros problemas no tienen solución, que humanamente no hay una salida, o que somos un verdadero fracaso y que más nos valiera no haber nacido, etc, etc...
- Confianza. Pensemos que Jesús que tanto nos quiere, puede con su omnipotencia infinita ayudarnos. Basta que con humildad le presentemos nuestras virtudes, pocas o muchas, los logros…, pero también los pecados, caídas, fracasos y miserias. En definitiva basta que nos abramos completamente a Jesús y le demos todo lo que tengamos sea poco o mucho, y Él se encargará de todo.
- Generosidad. “Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas”. Jesús no se deja ganar en generosidad, ha prometido el ciento por uno y lo cumple a cabalidad. “Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños”.
Y terminemos la oración con un coloquio a Nuestra Señora. Elijo algunas frases del P. Morales. Los que tuvimos la dicha de conocerle, nos resultan muy familiares, pues tantas se las hemos escucha por estas fechas: “¡Santa María del Adviento, contigo quiero vivir con intensidad creciente esta expectativa anhelante! Corazón Inmaculado de María, prepara en nuestros corazones los caminos del Señor! Dios te salve, María… llena de gracia,…!