Seguramente muchas personas que leáis esta preparación para la oración de esta fiesta de la Inmaculada Concepción habéis participado en alguna de sus vigilias que se celebran en tantos lugares de España. Estas Vigilias las inició le P. Morales en la década de los años 40 en Madrid. A él nos vamos a referir en esta ocasión para beber en las mismas fuentes, y saciarnos de los textos bíblicos donde él se inspiró.
Como todos los días, nos esforzamos en ponernos en la presencia del Señor y hoy de manera especial lo hacemos muy cerca de María.
Así comenta el P. Morales en las Semblanzas la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.
María mujer y esposa.
- “Llenos de emoción contemplamos hoy a la Virgen Pura e Inmaculada. Una sonrisa de amor con reflejos de cielo y claridades de aurora, flota por encima de un mundo materializado. Su belleza nos deslumbra, su gracia nos cautiva. El misterio de la pureza y de la fecundidad abisman al contemplarla…”
- María, revestida del Señor, derrota a la serpiente y se ofrece al Espíritu Santo como esposa inmaculada. Es el doble eslabón dogmático que engarza esta fiesta… María es la Mujer del Génesis que aplasta la cabeza de Luzbel, y la Esposa de los Cantares que roba con su hermosura las miradas de Dios.
María es símbolo de lucha, trofeo de victoria.
- Alegría en la batalla, esperanza en un triunfo cierto, es María con nosotros. Se dilatan los corazones… La Iglesia militante peregrina y crucificada, cada uno de nosotros, suspira en los ardores del combate por María. Sonreímos anhelantes esperando un cielo que la Inmaculada preludia con su deslumbrante pureza. ¡Madre querida! Arráncanos de la tierra, arrástranos al cielo… Tú, toda, sola, siempre de Dios, inúndanos de alegría. Derrama toneladas de pureza y generosidad en niñez y juventud, en el mundo entero.
- Símbolo de lucha, Dios y Belial se enfrentan en ti. ¿Quién triunfará? El trofeo de victoria te corresponderá. “Toma hermosa eres, amada Mía, y no hay en ti mancha…” (Cant 4,7). Tú la triunfadora en mil batallas. Aplastas con tu planta soberana la cabeza del “enorme dragón rojo con siete cabezas, diez cuernos y siete diademas” (Ap 12, 3).
“Quien me halla, alcanzará la vida…”
Es la Inmaculada en los designios eternos de Dios… Ella continúa hablándonos con encantadora sencillez y cariño de madre. Nos invita a acercarnos. “Ahora hijos míos, escuchadme. Dichosos los que siguen mis caminos. Atended el consejo y sed sabios, no lo despreciéis. Feliz el hombre que me escucha, y vela a mi puerta cada día, y permanece asiduo en sus umbrales. Quien me halla alcanzará la Vida y goza el favor del Señor” (Prov 32, 35).
Purísima tenía que ser, Señor, la Virgen…”
¡Salve, Madre Inmaculada! Tus hijos te contemplan hoy con emoción. Celebran en intimidad hogareña la festividad más entrañable y más grande para la familia. ¡Salve, Madre inmaculada!
En el prefacio de la Misa explayamos nuestra fe cantando. “Purísima tenía que ser, Señor la Virgen que nos da el Cordero Inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplar de santidad”.
Yo también quiero ser santo.
Y ahora ¿cuál ha de ser mi respuesta a esta elección que ha tenido María conmigo? Seguramente en este día nos propone unos medios la Virgen Inmaculada para seguir creciendo durante este año en la vida espiritual. ¿Me ayudará el hacerme a mi mismo estas propuestas y responder con generosidad de manera personal?:
- Esforzarme en mantener una comunicación frecuente con el guía, sacerdote o laico.
- Reservar cada día un tiempo para la oración en soledad y con mi familia.
- Amar a la Virgen es imitarla viviendo el espíritu de Nazaret por medio de la humildad, sencillez y la aceptación.
Súplica final: Dios te salve, María, Santa Madre del Verbo Encarnado: que le conozca, le ame, le viva.