Puntos para la oración 23 diciembre 2009

Para cualquier familia el nacimiento de un hijo es un acontecimiento cargado de significado. En el caso de Juan el Bautista fue un acontecimiento significativo para todas las generaciones…
I. Su nacimiento: (vv. 57-58)

A. Certificó el poder de Dios. Fijémonos en estos hechos:
1. Elisabet había concebido en una edad avanzada, en una edad en la que ya no se podría tener hijos…
a. Lc. 1,18: “Zacarías preguntó al ángel: –¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy muy anciano, y mi esposa también.”
b. Lc. 1,36: “También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses.”
2. Su esposo Zacarías había sido visitado por un ángel de Dios, quien le había dicho exactamente lo que ocurriría…
a. Lc. 1,11 ss.

B. Mostró su misericordia. Lo hizo de dos maneras:
1. El hecho de que Juan naciera como hijo de una promesa de Dios, demostró que Dios tenía misericordia de su pueblo, y en particular de una mujer insignificante, pero con una desesperada necesidad de descendencia.
a. Salmo 103,17: “Pero la misericordia del Señor permanece desde siempre y para siempre sobre aquellos que le temen. Su justicia no abandonará jamás a los hijos y nietos”
b. Sal 106:1 Alabad al Señor porque es tan bueno, porque es eterna su misericordia.
2. El hecho de que Dios utilizara a Juan en su plan de salvación demostró también la misericordia de Dios. Juan estaría totalmente involucrado en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Dios le concedió ese glorioso privilegio. Un privilegio tan grande y un llamamiento tan claro demostraba la infinita misericordia de Dios.

C. Alegró a todos los que lo conocieron.
1. El nacimiento del niño hizo que se alegraran todos aquellos que lo conocieron. Y es que la misericordia de Dios, cuando se derrama sobre una persona, necesariamente afecta o llega a otras por su medio, y esto produce siempre una gran alegría… Dios había tenido misericordia del mundo, y el nacimiento de Juan era una prueba significativa de ese anuncio y de esa realidad...

II. Su nombre: Juan (vv. 59-63)

A. Fue profético
1. Algunos parientes y vecinos querían que el niño fue llamado Zacarías. Elisabet puso objeciones al hecho y se consultó a su padre. Su padre pidió una tablilla y escribió: “Su nombre es Juan”.
2. Juan fue el nombre profético dado por el mensajero de Dios. Zacarías obedeció a Dios y dio testimonio de la profecía.

III. Sus repercusiones: (vv. 64-66)

A. Sanó a su padre.
1. “Inmediatamente se le soltó la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios…” (v.64)
a. Notemos que había quedado encerrado con sus propios pensamientos.., mudo durante nueve meses…
b. Dios lo sanó soltándole la lengua.
c. Si sus últimas palabras habían sido palabras de duda, desconfianza e incredulidad.., ahora fueron todo lo contrario, fueron palabras de alabanza, glorificación y bendiciones… ¡Estaba curado…!

B. Admiró a la gente.
1. “Todos los vecinos se llenaron de temor…” (v.65)
a. Temor aquí no significa terror o miedo, sino reverencia…
b. Significa un temor reverencial para con Dios…
c. La gente se mantuvo reverente ante los hechos, como atónitos ante lo que estaba ocurriendo…, y preguntándose qué más podía ocurrir…
d. ¡Dios estaba obrando…! ¡Su mano era evidente…!

C. Se divulgó la noticia.
1. “Estas cosas se comentaban en toda la montaña de Judea…” (v. 65)
a. Una atmósfera de misterio rodeaba al niño…
b. La gente no pudo por menos de comentar en sus conversaciones y guardar en sus corazones todas estas cosas…
c. Había algo inusual en todo lo que rodeaba a este niño…
d. Las expectativas se iban multiplicando en la medida que la noticia se iban divulgando…

D. Y creó expectativas.
1. “Y todos los que lo oían decían pensativos: ¿Qué llegará a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él…!” (v. 66)
a. Todos esperaban a que el niño creciera, para ver lo que ocurriría…

E. Estas cuatro repercusiones deberían darse también en nuestras vidas:
1. ¡Deberíamos estar continuamente alabando a Dios..!

2. ¡Deberíamos estar admirados ante las maravillas que Dios hace en nosotros y en los que nos rodean…!

3. ¡Deberíamos proclamar estas maravillas hasta los últimos confines de la tierra…!

4. ¡Y deberíamos ser conscientes de la grandeza de nuestro destino como cristianos o consagrados en la Iglesia…!
“Y pues invocáis como Padre a aquel que sin distinción de personas juzga según el mérito de cada cual…, habéis de proceder con temor de ofenderle durante el tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta de vida, o vivir mundano, que recibisteis de vuestros padres, no con oro o plata, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo como de un cordero inmaculado y sin tacha, predestinado sí, ya desde antes de la creación del mundo, pero manifestado en los últimos tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1,17-20)

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