Se acaba el año, Señor. Se trata sólo de un acontecimiento humano. Nos hemos hecho un calendario para organizarnos mejor, de acuerdo, más o menos, con la vuelta de la Tierra al Sol. Y hemos puesto, en casi todo el mundo, como fecha de comienzo del calendario el año de tu nacimiento. Y así van pasando los años.
Hay mucha gente que se ha olvidado de ti. Ni siquiera reconocen el calendario cristiano. Pero lo que es peor es que hay muchos que sí te conocieron, pero que no quieren saber nada de ti. ¡Qué sepas ya desde ahora que yo no soy de esos! Me acuerdo de ti a menudo, hago oración casi todos los días, voy a Misa siempre que puedo, y le rezo el rosario a tu Madre contemplando los misterios de tu vida. Al hacer ahora el balance de todo el año, veo que hay muchas veces que he fallado a estos compromisos y deseos que tengo de ser todo para ti, pero no me desanima nada el descubrir todos esos fallos. Voy a poner todo de mi parte para mejorar en 2010, pero sé que tu misericordia es mucho más fuerte que mi pecado. Me da rabia pecar, sobre todo por ti. Después de todo lo que has hecho por mí... me daría de tortas; pero por otra parte, sé que ese pecado ha permitido que tú vinieras a la Tierra a salvarnos, y podamos gozar de tu presencia, y que hayamos podido compartir la misma condición carnal que tú.
Sigo haciendo balance de este año en el mundo, y he de decirte que el mundo está muy mal. Ya sabes que la paz está constantemente amenazada, que se pasa hambre en el mundo, que la mentira está instalada en la vida pública, que se matan niños en el vientre de su madre (¡qué horror!), que hay muchas familias rotas, gente sin tierra, gente sin trabajo, la naturaleza ahogada por las fábricas y la contaminación... Te pido perdón, Señor, por las cosas de las que soy responsable en cierta medida y por las que no he sido capaz de hacer nada por mejorar el mundo. Eso sí, me comprometo a seguir luchando porque esto mejore, y sobre todo porque mejore yo.
Estamos esperando, como el salmista de hoy, a que vengas pronto a regir la tierra con justicia y los pueblos con fidelidad; pero mientras esperamos, seguimos implicados en que ese reino tuyo se vaya implantando.
Estamos esperando, como el salmista de hoy, a que vengas pronto a regir la tierra con justicia y los pueblos con fidelidad; pero mientras esperamos, seguimos implicados en que ese reino tuyo se vaya implantando.
Te quiero dar gracias, por otra parte, por tantos beneficios que me has concedido este año: la vida en primer lugar, la sonrisa que has dibujado en mi cara a pesar de cómo están las cosas y que es símbolo de esperanza para los demás, tener este par de piernas que me permiten jugar al fútbol y subir montañas, por las manos para tocar la guitarra y acariciar a mis hermanos, por poder estudiar y a veces incluso querer estudiar, por mis amigos, por la falta de enemigos, por los demás militantes, por san Pablo gracias al cual hemos podido hacer un musical, por la tanda de Ejercicios... Gracias, Señor, por todo.
Se acaba el año y tú dices que eres la Palabra, la verdadera Palabra que vino al mundo, la que ilumina las tinieblas del error. La luz que el mundo no ha querido recibir. Lo hemos visto pasar a lo largo del año. Nosotros los militantes nos vamos a empeñar en que, al menos a nuestro alrededor, brille tu luz. Tú eres la luz, y nosotros queremos ser las antorchas (¿te acuerdas del Laicos en Marcha de mayo?). Enciéndenos de nuevo para velar en esta noche como faros y guías de nuestros compañeros, familiares y amigos. Y que el año que viene seamos como rocas que aguantemos el oleaje de la vida.
Como tú a lo mejor no tienes tiempo de todo dile a tu Madre que Ella guíe nuestra barca. Amén.