Puntos para la oración 12 diciembre 2009

De la primera lectura:

Elías es comparado a un profeta de fuego, con palabras de fuego y arrebatado por el fuego volverá para poner las cosas en orden preparando el camino al Señor. Nosotros hemos recibido el Don del Espíritu Santo; Él habita en nuestros corazones y nos hace templos vivos, y por lo tanto no debemos permanecer indiferentes ante el relativismo y escepticismo de nuestro mundo que impide que el Señor sea reconocido como el Dios de la vida en las existencias de quienes nos rodean. No podemos sólo proclamar el Nombre del Señor por costumbre; lo hemos de hacer siendo instrumentos del Espíritu del Señor que prepara los corazones para que en ellos habite el Señor y le dé un nuevo sentido a sus vidas. No podemos quedarnos sólo en preparaciones externas para la venida del Señor -aunque éstas ayuden y sean necesarias-; hay que pedirle que nos prepare un corazón dispuesto a recibirlo para que lo manifestemos ante los demás con todo su poder salvador y transformador. La gracia es el gozo de la existencia (Juan Pablo II).

Del salmo 79:

Dios es rico en misericordia, por eso tiene piedad de nosotros y nos bendice; hace resplandecer su Rostro sobre nosotros y nos concede su protección y su paz. Aunque hayamos vivido lejos del Señor, Él, como un Padre amoroso y compasivo, siempre está dispuesto a perdonarnos si volvemos a Él con un corazón sincero. Dios, por medio de su Hijo Encarnado, ha salido al encuentro del hombre pecador. Nosotros somos amados con un amor de misericordia por el Señor; así este es el cimiento para renovarnos como criaturas nuevas, como hijos de Dios. ¡Demos gracias a Dios con este salmo por hacernos hijos de Dios! Saborear los salmos con el corazón es orar profundamente desde nuestra alma en gracia.

Del Evangelio:

Elías ha venido ya en la persona de Juan el Bautista para preparar el camino del Señor. Los que escucharon con verdadero amor el mensaje de conversión proclamado por el Bautista llegaron a comprender que eran conducidos por él, el amigo del Esposo, para pactar una nueva y eterna Alianza con el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Pero los que se resisten a la voz que clama en el desierto, invitando a la conversión, no lo reconocieron. Así pues, cada uno es responsable de la aceptación o del rechazo de la oferta de salvación que Dios otorga. La Iglesia de Cristo ha de continuar invitando a todos a la conversión (aquí se unen nuestras oraciones, ofrendas, sacrificios) pues la salvación no es ya más una promesa, sino una realidad, gracias a la Pascua de Cristo. Por eso la preparación para el nacimiento del Señor es un prepararnos nosotros mismos a renacer como hijos de Dios que, permaneciendo en el mundo, nos convertimos en testigos fieles del amor de Dios para todos los pueblos. Testigos enamorados de Dios, contemplativos en la acción, en medio del mundo (como pedía de nosotros nuestro P. Morales).

El Señor nos ha convocado a la celebración de esta Eucaristía para hacernos participar, no sólo de su Vida, sino también de la Misión salvadora que Él recibió del Padre Dios. Así la Iglesia está llamada a convertirse en un signo del amor de Dios para todos los pueblos. Por medio nuestro el mundo debe conocer y experimentar el amor de Dios, como Padre lleno de amor y de ternura para con sus hijos.

Oración de Adviento, a la Virgen María, estirpe escogida de Israel:

¡Oh Dios, que has elegido a la bienaventurada Virgen María, excelsa entre los humildes y los pobres, Madre del Salvador, concédenos que, siguiendo sus ejemplos, podamos ofrecerte una fe sincera y poner en Ti la total esperanza de nuestra salvación! Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

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