Puntos para la oración 10 diciembre 2009

“No temas”

La primera lectura y el salmo de hoy son una llamada a la confianza, a abandonar los temores que nos atenazan. Los hombres de todos los tiempos, y quizás hoy más que nunca, nos sentimos inmersos en una realidad que nos es hostil, amenazadora, en personas, cosas y acontecimientos.

1. “No temas”.

a) ¿Cuántas veces nos dice el Señor “no temas”? Podríamos recorrer toda la Escritura buscando este mensaje. Merece la pena; así se difuminarán nuestros miedos, como la niebla ante el calor del sol... El primer mensaje que Dios nos trae a la tierra es: “no temáis”. Así, unas de las primeras palabras del ángel a María en la Anunciación son: “No temas, María”; y el mensaje de los ángeles a los pastores en Belén: “No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría”. A los apóstoles, en la barca, de noche, cuando creían ver un fantasma, Jesús les dice: “ánimo, soy Yo, no temáis”. Y después de su muerte, en sus apariciones, les dirá: “Soy Yo, no temáis”. También hoy nos dice: “No temáis, rebañito pequeño...” Que le sepamos descubrir, por la fe, presente en las personas, cosas, acontecimientos todos de la vida. El Adviento es un tiempo de alegría, porque nos dice que el Señor está cerca: en el tiempo, y en el espacio; cerca de nuestro mundo y de mi vida concreta.

b) Preguntémonos: ¿de qué tenemos miedo? ¿Cuáles son nuestros miedos, desde los más externos, hasta los más profundos e incluso inconfesados? ¿El sufrimiento? ¿La muerte? ¿No ser querido? ¿La soledad? ¿El fracaso estrepitoso? ¿El rechazo de los demás? ¿Ser tenido por loco? ¿Volver a caer? ¿Decepcionar a los demás...?

2. “Yo mismo te auxilio”. ¿Por qué no debemos temer? Unidos a Jesús ¿acaso dejaremos de sufrir, evitaremos la muerte, o el fracaso...? No, desde luego... ¡Pero con el auxilio de Jesús el sufrimiento, la muerte, el fracaso..., perderán su aguijón, dejarán de tener la última palabra, se llenarán de sentido! Dios nunca fracasa, y lo puede todo, lo sabe todo y me ama ¿Qué puedo temer? Porque, como escribía San Pablo, ¿quién nos separará del amor de Dios? Ni muerte, ni potestades, ni criatura alguna podrán separarnos del amor de Dios. El Señor viene y nos auxilia, nos tiene agarrados de la diestra, como dice la primera lectura.

3. “Gusanito de Jacob, oruga de Israel...” Pero tenemos que reconocernos, pequeños, débiles, como sigue la lectura del libro de Isaías: “gusanitos”, “orugas”, pobres e indigentes... Abelardo nos comentaba que en su epitafio le gustaría que quedara escrito: “Esta es la historia de un hombre, gusanito de la tierra, y de un Dios que le quería mucho”. ¿Podría ser el nuestro?

4. “Alumbraré ríos en cumbres peladas; transformaré el desierto en estanque. Pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos”. El Señor transforma nuestra realidad. Nuestro mundo, seco como un desierto; baldío, como un pedregal... se puede volver lleno de vida. Los que nos hemos puesto en su servicio, los pobres del Señor, estamos llamados a ser agua, sombra, frescor y alimento para el mundo. Porque le llevamos a Él en nosotros. Como María, camino de Belén.

Conclusión: Pongamos nuestros ojos y nuestro corazón en la Señora. Sin temor, aprendamos de Ella: ¡Cómo prepara el nacimiento de su Hijo! Rebosante de delicadezas y ternura con Jesús. Llena de detalles para los demás, al tiempo está a solas con su Tesoro: adora, ama y espera...

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