La Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 11 de diciembre, a partir de 2003, Día Internacional de las Montañas. Estamos en el mundo, y hemos de aprovechar cuanto de bueno nos ofrece el mismo para sembrar o abrir los horizontes a realidades más trascendentales.
“Los ángeles dijeron a Lot: Sálvate. No mires atrás y no te detengas en parte alguna del valle. Huye a la montaña si no quieres perecer” (Gen 19,17). Hoy podemos sentir cada uno de nosotros que se nos hace una recomendación semejante. Se nos pide que no volvamos la vista atrás, a nuestro pasado, a nuestra vida anterior, a todo ese cúmulo de errores, miserias, negligencias que han jalonado nuestro paso por el valle donde anidan la molicie, la vida cómoda que enerva los sentidos y anula la voluntad.
Nuestra salvación, la del hombre íntegro, reside en el esfuerzo, en la inquebrantable decisión de no cansarse nunca de estar empezando siempre, en la constante atención y celo por el pequeño detalle, por el momento presente. Y todo ello se nos ejemplifica, enseña y potencia al contacto con la montaña.
Toda la Biblia está plagada de referencias a la montaña, al monte, a las alturas. "Yavé llamó a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió” (Ex 19,20). “Moisés, mientras descendía del monte, no sabía que su faz estaba resplandeciente, después que hubo hablado con Yavé” (Ex 34,29). “Del monte de Sión saldrá la salvación” (Is 37,32). “Sube a un alto monte, mensajero de buenas nuevas, alza con fuerza tu voz. Álzala, no temas. Dí a las ciudades de Judá: He aquí a vuestro Dios” (Is 40,9). “En el monte de Sión se hallará la salvación y santidad” (Abdías 1,17).
Y el ejemplo de Jesús no puede ser más significativo: “Y despedidas las gentes, subió a un monte apartado para orar, y llegada la noche estaba allí sólo” (Mt 14,23). “Y subió al monte, y llamó a Sí a los que Él quiso, y vinieron a Él“(Mc 3,13). “Y los discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado” (Mt 28,16).
Jesús y la montaña. A ella se retira para preparar su ministerio público. A ella acude para orar y hablar con el Padre. En ella se transfigura. Y a ella asciende, a su cumbre, la del Calvario, para obrar nuestra redención y salvación.
Y desde una cumbre se verifica su Ascensión a los cielos.
Gracias montaña por haberme dado lecciones de vida. Porque fatigado,
he aprendido a gustar el reposo. Porque sudando,
he aprendido a apreciar un sorbo de agua fresca. Porque cansado,
me he detenido, y he podido admirar la belleza de una flor,
la libertad del vuelo de un pájaro,
y respirar el perfume de la sencillez.
Porque solo, sumergido en tu silencio,
me he visto en el espejo,
y espantado, he admitido mi necesidad de verdad y amor.
Porque sufriendo,
he saboreado la maravilla de la cumbre,
percibiendo que las cosas verdaderas,
- aquellas que llevan a la felicidad-,
se obtienen sólo con fatiga, y quien no sabe sufrir nunca podrá entender.
Y dame vida de la gracia para seguir marcando la huella de mi bota en los senderos de la santidad.
Santa María de la Montaña, guíanos siempre por el buen camino.