Puntos para la oración 16 diciembre 2009

ORAMOS…

La liturgia en este Adviento nos propone un grito, una petición, que acoge la primera lectura y retoma el salmo: ‘Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al justo’. Una petición que hemos hecho nuestra y nos ha guiado todo el Adviento, comenzando cada mañana en forma de canto en todos los hogares de los Cruzados. ‘Cielos lloved vuestra justicia, ábrete tierra, haz germinar al Salvador’. Hoy podemos hacer nuestra oración con esa frase, en un esquema de repetición, saboreando las palabras, tal como nos sugería San Ignacio.

Nos podemos imaginar a María, con los pobres de Yahvé, los anawyn, en este tiempo de espera recitando estas mismas palabras para que el Mesías llegase ya a la Tierra. ¿Rezaremos con la misma fuerza nosotros para que Dios vuelva de nuevo a nuestra tierra?

  • ‘Cielos, sabemos que la salvación nos viene de lo alto, nuestro grito se dirige al cielo, de donde sabemos que nos vendrá el Salvador. Un cielo que se nos muestra grandioso, nos sobrepasa, distante, no podemos alcanzarlo por nuestra fuerza; y a la vez lo sabemos cercano, pues en él está nuestro Dios y Padre. Cielos que añoramos, que aspiramos, que anhelamos. Cielos que retienen nuestra salvación …
  • lloved, empapad, nuestra tierra, traednos la vida. Lluvia que vivifica la tierra reseca, que limpia el aire, que nos trae el agua, que apaga la sed. Lluvia que va calando poco a poco, como el Espíritu, llenando nuestra alma.
  • vuestra justicia, vuestra santidad, la propia vida de Dios, a Dios mismo que se nos regala. Nuestra alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Más que la tierra reseca tiene necesidad de lluvia, todo nuestro ser clama por la presencia de Dios. El Dios que habita en el cielo, la santidad, la vida de la gracia, que clamamos para que habite en nosotros, en nuestra tierra.
  • ábrete tierra, ábrete corazón mío, alma mía, deja que entre hasta lo más profundo de tus entrañas la semilla de la vida. Y ábrete tierra, ábrete España a esa vida que te puede dar la salvación. Y ábrete Iglesia, acoge de nuevo y da a luz al Verbo de la Vida. Yo quiero abrirte mi alma, mi ser, mi pequeñez, mi tierra resquebrajada por el frío y la sequedad, para que puedas entrar, Señor, hasta lo más íntimo de mi vida.
  • haz germinar, haz crecer, haz madurar, una vida que nace de mi tierra muerta. Una semilla que despunta en tallo, que saca sus primeras hojas, que crece poco a poco. Una vida que tiene fuerza en sí misma, que no he de hacer nada más que cultivarla, que dejarla ser. Y siento y veo que la vida brota en mí, con una fuerza inusitada, la fuerza de Dios, del Dios vivo.
  • al Salvador’. A Cristo Jesús, al Señor, a mi Dios, al niño del pesebre, al Hijo del Padre, al hijo de María, al hijo del carpintero, a mi amor, mi todo, mi vida… mi salvador.

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