“Jesús, resucitado, se apareció… Está vivo y lo he visto”
1. “Jesús, resucitado, se apareció…” Jesús resucitado trae el oficio de consolar. Va saliendo al encuentro de sus discípulos, especialmente de los más extraviados. Así, los de Emaús, Tomás, san Pedro, van a ser los destinatarios de otras tantas apariciones. Podemos extraer algunas aplicaciones para nuestra vida diaria:
- Jesús es condescendiente con los que más lo necesitan. La incredulidad de ellos ha motivado algunas de las apariciones más preciosas. Para el Corazón de Cristo los más miserables son los mejor acogidos… ¿Nos lo creemos de verdad?
- Las gracias que recibimos en la oración, no son para guardárnoslas en exclusiva, sino que son para llevarlas a los demás.
- La oración, aunque la hagamos individualmente, está inserta en el Cuerpo místico que es la Iglesia , y hacia ella se orientan sus frutos.
4. “…Pero no los creyeron”. Llama la atención que haya quien afirme que los discípulos de Cristo estaban predispuestos a creer en la resurrección del Señor, y que por tanto ésta sería como una expresión de sus deseos. El relato de hoy deja bien claro que el estado interior de los discípulos era el contrario: “estaban de duelo y llorando”, mostraban “incredulidad y dureza de corazón”. Y por dos veces nos dice el texto que no creyeron a los que les anunciaban la resurrección.
- Pidamos a la Virgen que nos alcance su fe y su docilidad de corazón, para que el Señor no nos siga reprochando nuestra “incredulidad y dureza de corazón”.
- No nos sorprendamos de los rechazos al anuncio de Jesús Resucitado: ni los propios discípulos aceptaron a María Magdalena y a los de Emaús.
6. “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Es el mandato apostólico del Señor: tras haberle visto y experimentado vivo en la oración, Él nos impulsa a proclamar el Evangelio a todos.
- Sin dejarnos llevar de la acepción de personas.
- Saliendo al encuentro de los demás, sin esperar a que llamen a nuestra puerta.