10 de abril 2010, sábado de la Octava de Pascua – Puntos de oración

“Jesús, resucitado, se apareció… Está vivo y lo he visto”

 El Evangelio de la resurrección en san Marcos es como un resumen de las apariciones del Señor. Puede ayudarnos a orientar la oración de mañana, al estilo de una repetición de las contemplaciones que plantea san Ignacio en los Ejercicios Espirituales.

1. “Jesús, resucitado, se apareció” Jesús resucitado trae el oficio de consolar. Va saliendo al encuentro de sus discípulos, especialmente de los más extraviados. Así, los de Emaús, Tomás, san Pedro, van a ser los destinatarios de otras tantas apariciones. Podemos extraer algunas aplicaciones para nuestra vida diaria:  

- Jesús es condescendiente con los que más lo necesitan. La incredulidad de ellos ha motivado algunas de las apariciones más preciosas. Para el Corazón de Cristo los más miserables son los mejor acogidos… ¿Nos lo creemos de verdad?

2. “Ellos fueron a anunciarlo”. Tanto María Magdalena como los dos que iban camino de Emaús, quedan transformados por la aparición de Jesús, lo cual queda corroborado en el escueto relato de san Marcos por el anuncio que hacen de la resurrección a “sus compañeros”, a “los demás”. Reflexionemos (“reflictamos”) para sacar provecho:  

- Las gracias que recibimos en la oración, no son para guardárnoslas en exclusiva, sino que son para llevarlas a los demás.

- La oración, aunque la hagamos individualmente, está inserta en el Cuerpo místico que es la Iglesia , y hacia ella se orientan sus frutos.

3. María Magdalena les anuncia que Jesús “estaba vivo y que lo había visto”. Ver, tratar, conocer a Jesús vivo: ese es el principio, el medio y el fin de toda oración. Así como proclamar que “está vivo y lo he visto”, es el núcleo de todo apostolado.

4. “…Pero no los creyeron”. Llama la atención que haya quien afirme que los discípulos de Cristo estaban predispuestos a creer en la resurrección del Señor, y que por tanto ésta sería como una expresión de sus deseos. El relato de hoy deja bien claro que el estado interior de los discípulos era el contrario: “estaban de duelo y llorando”, mostraban “incredulidad y dureza de corazón”. Y por dos veces nos dice el texto que no creyeron a los que les anunciaban la resurrección.

- Pidamos a la Virgen que nos alcance su fe y su docilidad de corazón, para que el Señor no nos siga reprochando nuestra “incredulidad y dureza de corazón”.

- No nos sorprendamos de los rechazos al anuncio de Jesús Resucitado: ni los propios discípulos aceptaron a María Magdalena y a los de Emaús.

5. “Se apareció Jesús a los Once cuando estaban a la mesa”. Ayer como hoy, Jesús se hace presente en torno a la mesa del altar: aviva nuestra fe, afianza nuestra unidad como miembros de la Iglesia , y nos lanza a proclamar el Evangelio.

6. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Es el mandato apostólico del Señor: tras haberle visto y experimentado vivo en la oración, Él nos impulsa a proclamar el Evangelio a todos.

- Sin dejarnos llevar de la acepción de personas.

- Saliendo al encuentro de los demás, sin esperar a que llamen a nuestra puerta.

Oración final: Madre nuestra Santa María: que le conozca, le ame, le siga. Que le perciba vivo, que le vea, como María Magdalena, y que le proclame a todo el mundo.

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