Petición inicial: Señor, alcánzame luz para discernir tu acción en mi vida y para rechazar lo que no viene de ti.
Introducción a la oración.- Hoy haremos oración con la primera lectura principalmente, al hilo del comentario que hace Gamaliel sobre la acción de los discípulos: “Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se dispersarán; pero, si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os expondríais a luchar contra Dios.".
No pocas veces vemos dentro y fuera de nosotros mismos acciones que dicen ser realizadas a mayor gloria de Dios o que es Dios el que las impulsa… y que resultan ser luego más acciones de los hombres que de Dios, más para gloria propia que del Señor.
No es fácil distinguir en la maraña de sentimientos que anidan en nuestro corazón y en la autojustificación que siempre buscamos. Pero sí es posible. La luz del Señor y la sabiduría de la vida no nos dejan solos.
Imagino la escena.- Tal como se me narra en el libro de los hechos de los apóstoles imagino con viveza cada uno de los momentos de la escena colocándome a mí mismo entre los apóstoles:
- el debate entre los fariseos deseando acabar con nosotros, pero nerviosos porque cada vez hay más prosélitos.
- Las sabias palabras de Gamaliel.
- El diálogo de los fariseos con los apóstoles, prohibiéndonos predicar.
- Los azotes que nos dan.
- La alegría que sentimos de haber padecido por Jesús.
Coloquio con Juan.- Podemos continuar con un coloquio con uno de los apóstoles, con San Juan, por ejemplo. El diálogo puede ir sobre las frases de Gamaliel. ¿Cómo saber si lo que hacemos en nuestra vida es de Dios? Porque los fariseos también lo piensan, creen que están actuando en nombre de Dios y por salvar su gloria… ¿Cómo estar seguro de que no es una imaginación o un autoconvencimiento nuestro?
Hay dos claves que uno puede encontrar:
- La persecución. Siempre que algo es de Dios no suele venir entre aplausos y glorias humanas… sino más bien envuelto en humildad y persecución.
- La alegría con que vivimos esas pruebas, sabiendo que nos unimos a Jesús.
Y pienso en mi vida. ¿Busco hacer siempre la voluntad de Dios? ¿Cuándo, más bien, huyo de saber cuál es su plan, por miedo a la renuncia, a la persecución? Y si veo que algo es de Dios, ¿lo consulto para corroborarlo, para discernirlo?
Pensar en mis últimas decisiones más o menos importantes, (estudio, asistencia a actividades, momentos claves con mis amigos…) si he buscado la voluntad de Dios, si he acabado por justificarme, si he orado sobre ello y lo he hablado con quien me acompaña espiritualmente.
Oración final: Concluimos rezando el Padre nuestro y repitiendo tres veces la petición ‘hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo’.