23 abril 2010, sábado de la 3ª semana de Pascua – Puntos de oración

¿También vosotros queréis marcharos?... ¡Señor, ¿a quién vamos a acudir?!

Hoy Jesús nos abre su interior. Nos muestra el sufrimiento que siente a causa de las huidas de los suyos –de nuestras huidas-, y nos interpela en la oración. Busca nuestra respuesta. Mirémosle cara a cara, y hablémosle de corazón a corazón.

1) “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Asistimos hoy al triste espectáculo del “deporte” más practicado por los enemigos de la Iglesia: denostar, criticar, tergiversar... Hoy, orquestados contra el papa; ayer, contra Pío XII, o contra la Conferencia Episcopal, o contra algún obispo, o... ¿Mañana...? Pero los ataques más graves que recibe la Iglesia no son los que proceden del exterior (éstos en definitiva la mantienen purificada, despegada de los estilos del mundo; la hacen más semejante a su Señor, que también fue atacado por unos y otros, hasta entregarle a la muerte, y una muerte de cruz). Los ataques más graves contra la Iglesia provienen de las críticas de sus propios hijos, que se escandalizan de las exigencias que proceden de las palabras del Señor. En el evangelio de hoy comprobamos que estos ataques no son nuevos: también en tiempos de Jesús muchos discípulos le criticaban y se escandalizaban de El.

2) “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. El paso que da el discípulo después de la crítica es “echarse atrás”, renunciar al estilo de vida bebido al contacto con Jesús, acogido al descubrir su cercanía -como los dos de Emaús-, al escuchar su voz y ser encandilados por su palabra y por su figura entera; al reconocerle en la fracción del pan de la Eucaristía y al ver encendida la fe.

Y tras los escalones de la crítica y del echarse atrás en el estilo de vida, llega al escalón más peligroso: dejar a Jesús y a la Iglesia: “no volver a ir con él”. Podemos preguntarnos, como de pasada: los que no vuelven a ir con Jesús, ¿dónde vuelven? La respuesta es ¡con los buitres, donde está la carroña! (cf. Mt 24, 28). Ahora les parece apetecible lo que un día abominaron. Como dice la segunda carta de san Pedro (2, 20-22): “Más les valdría no haber conocido los caminos de la santidad, que después de haberlos conocido, apartarse de la santa doctrina que les fue enseñada. Se les aplica con razón lo que dice el proverbio: «El perro vuelve a su propio vómito», y «el cerdo lavado se revuelca en el barro».

3) “¿También vosotros queréis marcharos?” Jesús no es indiferente ni a las críticas ni a las “rapiñas en el holocausto” de la propia vida, ni a las huidas de los suyos. A Jesús le duelen los pasos que damos para irnos alejando poco a poco de él. Escuchemos dirigida a nosotros esta pregunta directa de Jesús.

4) Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Digámosle al Señor con todo el corazón: “Señor: nadie me ha amado como Tú. Nadie me ha elegido, sino Tú. Tú eres mi vida, mi Dios y mi todo. Sin Ti mi vida no vale nada. Termina siendo carroña, de tanto consumir carroña. Porque sin Ti todo termina en la muerte ¡Sólo Tú tienes palabras de vida, y de vida eterna!

Oración final: Madre nuestra Santa María: enséñame a decir “sí” al Señor, como Tú. Con todo el corazón, con toda mi mente, con todas mis fuerzas. Enséñame a desterrar la crítica de mis labios, y sobre todo, de mi corazón. Ayúdame a no echarme para atrás, a ser fiel al estilo de vida del Evangelio ¡soy tan débil y tan miope! Y sobre todo, no dejes que me aleje de Jesús. Que no se enfríen ni mi fe ni mi amor. Mantennos a todos apiñados, bajo tu manto, junto al Señor. 

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