Las lecturas que hoy nos propone la liturgia nos alienta a la esperanza, al testimonio, a la alabanza y acción de gracias.
Pidamos luz al Espíritu Santo para que nos abra el entendimiento y el corazón al significado de estos textos que hoy nos propone la Iglesia.
En los Hechos de los Apóstoles nos anima a dar testimonio, a comunicar la gracia de la resurrección.
Se puede leer en paralelo con el encuentro de Jesús resucitado con los dos discípulos de Emaús. Les hace caer en la cuenta explicándoles las Escrituras que Él tenía que padecer la pasión y muerte en la cruz para resucitar, para la salvación de todas las personas, de todo el cosmos… Le reconocen en la fracción del pan y al punto desaparece dejando encendido su corazón… y se convierten en testigos de la resurrección de Cristo.
En los Hechos de los Apóstoles aparece un pasaje que puede ser un reflejo del anterior. El tesoro de la fe que he recibido, debo de repartirlo.
“En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe: Ponte en camino hacia el sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto”. Se puso en camino y de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía… “El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y pégate a la carroza”. Felipe se acercó corriendo, le oyó leer al profeta Isaías, y le preguntó:
¿Entiendes lo que estás leyendo? Contestó- ¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?”… Después de este dialogo el eunuco le dijo a Felipe: “Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice? Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe le bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría…
Pidamos al Señor resucitado nos comunique su espíritu para que en todo lo que realicemos a lo largo de este día sea una llamada a dar testimonio de que Jesús vive en mí, y ha resucitado. Despertemos en los que nos rodean, para muchos que viven al margen de la fe y para otros que desean encontrarla, el deseo del bautismo y de la conversión.
Y por último, unidos a María en estos días de Pascua. Que nos aumente la esperanza a la luz del Aleluya, antes del Evangelio: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo – dice el Señor- el que coma de este pan vivirá para siempre”.