17 abril 2010, sábado de la 2ª semana de Pascua – Puntos de oración

Si es tiempo fuerte la Cuaresma y el Adviento, lo es más, el Tiempo Pascual. En los anteriores celebramos algo que históricamente ocurrió, pero ahora en el tiempo de Pascua comenzamos a vivir lo que viviremos para siempre, la vida eterna, el Reino de los Cielos, apuntamos hacia la meta definitiva. Por eso yo me quedo asombrado de la exuberancia de la Liturgia en los textos de todo este tiempo, de lo atrevido de sus oraciones donde de una manera descarada le pedimos a Dios, por medio de Jesucristo, que ahorráis está como salvador, intercediendo: La Vida Eterna, La Resurrección, también para los recién bautizados, en fin el Reino de los cielos, pues con su Resurrección y Ascensión, nos ha abierto de para en par las puertas.

Y parece que toda la naturaleza, los seres vivos estaban expectantes: Por ejemplo hace una semana nos decía el Evangelio: Jesús resucitado, al amanecer se aparece a María Magdalena,…Hoy nos dice el Evangelio: Al oscurecer, los discípulos se embarcaron,… Van a tener una tempestad en el lago y Jesús se les acerca a la barca:

“SOY YO, NO TEMÁIS”

¡Cuántas veces estas palabras nos han servido para seguir adelante!

Se quitan todos los miedos de las entregas a medias, de las raterías, disculpas, gustos, quejas. Sólo teme el que no se entrega del todo, pues “Dios no se da del todo sino a quien del todo se entrega a Él”.

Por eso qué bueno es empezar con la oración de san Ignacio: “Tomad, Señor y recibid,…nos pone en órbita para reconocerle y no sentir ningún temor.

Es la valentía que vemos en los apóstoles en estos días cuando confiesan “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres” o bien, cuando les dice san Pedro a los jefes del pueblo y senadores explicando laceración del tullido a la puerta del templo: “…quede bien claro, que ha sido en el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos: por su nombre se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular:

NINGÚN OTRO PUEDE SALVAR; BAJO EL CIELO NO SE NOS HA DADO OTRO NOMBRE QUE PUEDA SALVARNOS.”

Estas palabras no pueden quedar escritas, hay que proclamarlas con todas nuestras fuerzas, como testigos para nuestro tiempo, continuadores de los apóstoles, en medio del mundo, en la calle, en el trabajo y en la diversión, en todo momento.

La oración en este tiempo nos aumenta la fe, la esperanza, el amor, nos da seguridad. Nos hace caminar con la estrofa del Cántico de san Juan de la Cruz:

Buscando mis amores

Iré por esos montes y riberas,

Ni cogeré las flores

Ni temeré las fieras

Y pasaré los fuertes y fronteras.

¡Que Santa María nos conceda el Espíritu Santo para gozar de la Pascua!

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