Hoy no hay que esforzarse demasiado para meternos en la presencia del Señor. Jesús, ha resucitado y se hace presente en todas las partes, en cualquier lugar. A las personas que le buscan. Está deseando que manifestemos estar cerca de Él para acortar distancias. Sólo nos pide que le miremos, que nos dejemos mirar por Él. Ahora en estos días que acabamos de iniciar de la pascua es tan sencillo.
Además se nos hace presente a través de todos los sentidos. La palabra, (Paz a vosotros): la vista, (mirad mis manos y mis pies). El tacto (palpadme y daos cuenta que no soy un fantasma) El gusto (¿tenéis algo que comer?
La presencia de Jesús nos entra por todos los poros de nuestro cuerpo. Su presencia nos comunica la paz y elimina el miedo.
Os trascribo un texto de Juan Pablo II sobre este texto: “Paz a vosotros”.
Más que nunca tenemos necesidad de entender esta palabra de Cristo resucitado: ¡No tengáis miedo!
Es una necesidad para el hombre de hoy que no cesa de tener miedo en su fuero interno y no sin razón. Es igualmente una necesidad para todos los pueblos y todas las naciones del mundo entero.
Es necesario que, en la conciencia de cada ser humano, se fortifique la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el futuro del mundo que pasa. Alguien que guarda las llaves de la muerte y de los abismos, Alguien que es el Alfa y Omega de la historia del hombre, ya sea individual o colectiva; y sobre todo la certeza de que ese Alguien es Amor, el Amor hecho hombre, el Amor crucificado y resucitado. El Amor siempre presente en medio de los hombres. Él es el Amor eucarístico. Es fuente inagotable de comunión. Es el único a quien podemos creer sin la más mínima reserva cuando nos pide: ¡No tengáis miedo!
Que la presencia de María también se haga presente por medio de esta oración vespertina que recitamos todos los días de Pascua los Cruzados de Santa María:
“Inmaculada madre de Dios: alcánzanos a todos el gozo de la Pascua. Fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente