13 abril 2010, martes de la 2ª semana de Pascua – Puntos de oración

Por eso, invocamos a su Espíritu y la ayuda de los santos. Deseamos que El guíe nuestra oración y nos diga esa palabra suficiente para sanarnos.

Cogidos de la mano de Santa María vamos pensando en Dios, abriéndonos a su acción

COMENTARIO A LAS LECTURAS

1 Hch 4, 32-37

En aquellos tiempos las personas eran más inocentes, y el amor les envolvía a creer y amar con sinceridad, y daban cuanto tenían. Se lo repartían unos con otros. Los Apóstoles les decían cómo Jesús murió para salvarnos la vida. Iban estrechando lazos, especialmente en los acontecimientos de la fe. Aunque se regalaban unos a otros lo que poseían y tenían; como el caso de Bernabé, levita de Chipre: lo que tenía lo dio a los Apóstoles para repartirlo. Esta convicción debe alentarnos: si damos algo, el Señor nos lo premiará, porque verá la generosidad de nuestro corazón. Tampoco hace falta que lo demos “literalmente” todo, como ocurrió en aquellos tiempos. Lo que Jesucristo sí nos pide en el alma, es que demos sinceramente nuestro corazón. Eso sí lo admite, que nos demos por entero a su belleza, a su amor: es nuestro Amor, El es el único Padre y Salvador.

Sal 92, 1ab. 1c. 2: “El Señor reina vestido de majestad”

El Señor es el único rey y antes es el Padre. Siempre existió, existe y existirá, el rey y majestad, Padre Hijo, Amor. Nadie podrá dar una orden si tú no estás por delante, nuestro Jesús. Con la expresión; “la santidad embellece tu casa a lo largo de los tiempos”, el Salmo nos invita a esa superación, ese sobreponernos a todo pacto con la mediocridad. Somos templos vivos de Dios y todo esfuerzo por ser lo que debemos ser, embellece el rostro de Dios ante los hombres.

Evangelio Jn 3

En aquellos tiempos, ya Jesús le preparaba a Nicodemo: le hablaba cómo Dios sube todo lo grande para su cielo. Cómo bajó a su Hijo para luego elevarlo, cómo el hombre debe de creer en Dios, el único y Salvador que da la vida para un futuro cielo. Que el hombre debe de creer en su amor y poder para entrar en el reino de los cielos. Cómo nos regaló su corazón para que el hombre le clavara, le martirizara, pero para llevárselo para toda la eternidad. Él puso a sus profetas, y lo sigue haciendo, para que a través de ellos ganemos todos los hombres al cielo.

ORAR PARA LA VIDA

S. Ignacio nos recomienda terminar con un breve diálogo al Padre, al Hijo y a nuestra Señora.

Intentamos recoger el fruto de la oración en un deseo, petición para que nos acompañe a lo largo de la jornada.

En la medida de lo posible, intentaremos luchar contra la disipación de nuestro espíritu que podría hacer “inservible” los frutos de la misma.

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