09/02/2011, Miércoles de la quinta semana Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Génesis (2,4b-9.15-17)

Cuando el Señor Dios hizo tierra y cielo, no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre que cultivase el campo. Solo un manantial salía del suelo y regaba la superficie del campo. Entonces el Señor dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en el al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara. El Señor Dios dio este mandato al hombre: Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día que comas de él, tendrás que morir.

Salmo responsorial (Sal 103,1-2a. 27-28.29bc-30)
R. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice alma mía, al Señor, ¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. R.

Todos aguardan a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan, abres tu mano, y se sacian de bienes. R.

Les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los cresas, y repueblas la faz de la tierra. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,14-23)

En aquel tiempo llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga. Cuando dejó a la gente y entro en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación. El les dijo: ¿Tan torpes sois también vosotros? ¡No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina. (Con esto declaraba puros todos los alimentos.) Y siguió: Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

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