Al comienzo de la meditación, siguiendo el consejo de San Ignacio, nos dirigimos a Jesús presentándole nuestros sinceros deseos de agradarle en todo. Para ello, y le decimos: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta”.
Popularmente la fiesta de hoy se conoce como la fiesta de las candelas, pues ha sido tradición muy celebrada en España y Latinoamérica, que el pueblo de Dios se reuniera en la puerta de la Iglesia con velas en las manos y llegado el sacerdote se encendieran. A la vez se entonaban cánticos sobre la Luz que es Cristo que ha venido a iluminar a los hombres; y así en procesión, todos entraban en la Iglesia para celebrar la fiesta de la Presentación del Señor.
Los padres de Jesús, cumplen con el precepto de la ley de Moisés: Todo primogénito deberá ser presentado a Dios en el templo a los cuarenta días de su nacimiento, pues es propiedad del Yavé. Para que sus padres pudieran recuperarlo debían pagar al templo un rescate, para los pobres solía ser la ofrenda de un par de pichones o de tórtolas. Es lo que ofrecieron José y María.
María levanta al niño en sus brazos: Lo eleva al cielo entre sus manos de madre. Es el primer ofertorio del cristianismo. Durante nueve meses María ha llevado a Jesús oculto en su seno virginal, ahora lo presenta en el Templo a la vista de todos. Lo presenta y lo entrega. .
María entrega a su hijo: Ofrece a Jesús. Lo que más quiere, lo único que ardientemente ama. El tesoro que Dios ha puesto en su vida y por el que todo lo ha arriesgado. Y al ofrecerlo se ofrece con Él. Madre e hijo no pueden separarse, no quieren separarse. María correrá la misma suerte que Jesús.
Simeón es claro, o más bien duro, inspirado por el Espíritu Santo, anuncia días de dolor para ambos. Jesús será como una bandera discutida, por su causa muchos caerán y se levantarán; y María sentirá un dolor inmenso, como si atravesaran su corazón con siete espadas. Y es que no hay redención sin cruz, sin derramamiento de sangre.
Ana, la profetisa que supo perseverar en el servicio a Dios, toma conciencia de la presencia del Mesías y se hace misionera: “hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”.
La virgen nos ofrece: En Jesús Niño, que es presentado a Dios Padre en brazos de María estamos representados todos nosotros. Así, con indecible amor de madre, hoy a cada uno, nos presenta al Padre. Esta es la vida íntima de María y la revelación de su papel en la tierra y en el cielo.
Y nosotros nos ofrecemos: Hoy, el ofertorio de la misa lo debemos vivir con especial intensidad y esmero. Es un momento muy oportuno para ofrecernos a Dios, para ponernos en sus manos. Y así recordar y renovar nuestros compromisos, como cristianos, consagrados, esposos…
Día de los consagrados y consagradas: es tradición multisecular que en el día hoy las personas con especial consagración a Dios mediante el signo de los consejos evangélicos, religiosos, sacerdotes o laicos, renueven sus votos o compromisos de fidelidad a Cristo pobre, casto y obediente. Unámonos todos a ellos en este día de acción de gracias y pidamos al Señor de la mies que envíe más operarios a su viña y que les retribuya según su costumbre abundantemente.
Podemos terminar con un coloquio con la Virgen: gracias Madre por tus desvelos, por tu intercesión ante tu Hijo, porque no me dejas ni un sólo instante. Dame la gracia de ser como tú, de ofrecerme de veras a Dios y de ofrecer a mis hermanos los hombres. Y que todos seamos uno junto a Jesús en tu Corazón Inmaculado.