28 febrero 2011, lunes de la octava semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Dios lo puede todo. Dios lo puede todo. Dios puede. Dios todo. Dios… (Rato de oración repitiendo esto)

Sigamos nuestra oración de hoy con esta convicción. Hagamos la oración de hoy repitiendo, pensando, meditando, saboreando, creyendo esto… y dará un vuelco nuestra propia oración, pero sobre todo nuestra vida. Si Dios lo puede todo, ¿quién contra Dios? Si Dios lo puede todo ¿quién o qué contra mí… unido a Dios? Si Dios lo puede todo ¿para qué sirven mi orgullo y vanidad? (Rato de oración pensando esto)

Pues estas palabras se las dijo Jesús a sus discípulos, porque ellos habían pensado que la doctrina de Jesús era imposible de vivir por sí mismos. El “joven rico” del evangelio de hoy también pensó lo mismo, porque ante la disyuntiva de dejar todo lo que tenía o seguir a Jesús se quedó con sus cosas. ¡Qué pobreza! ¿No te parece? San Ignacio de Loyola fue mucho más listo. Ante la misma disyuntiva él dijo: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad (todo lo mío)… dadme vuestro amor y gracia que esta me basta”. San Ignacio se desprende de todas las cosas, para quedarse con Cristo, con su amor y su gracia, que “ésta” le basta. ¡Pues no era listo ni nada este san Ignacio! Abelardo, nos lo explicaba así: “Toma, Señor, mis dos pesetas (antigua moneda española anterior al euro), y dame a cambio tus mil millones.” ¡Magnífico negocio!

Pues para ese joven y para aquellos discípulos les parecía que eso era imposible: ¡cómo iban a dar ellos sus dos pesetas! Pues porque los mil millones se reciben con algunas condiciones, y estas les parecían muy exigentes. ¿Y a ti, qué te parecen? (Rato de oración meditando esto…) Ya sabes las condiciones: oprobios, menosprecios, vida estrecha, pobreza espiritual y actual…

Si pones la mirada en tus fuerzas humanas no las encontrarás suficientes para dar el paso. Hay que poner la mirada en el “Dios que todo lo puede”. No pongas los ojos en lo que dejas o en lo que tendrás que vivir ponlos solamente en Cristo. ¡Qué bien lo dice la canción que tantas veces cantamos en ratos de adoración!: “No pongáis los ojos en nadie más que él (bis)… No adoréis a nadie, a nadie más que a él.” (Rato de oración saboreando esto)

Es que al joven rico, a los discípulos, y a nosotros mismos muchas veces, se nos olvida que el seguimiento de Cristo tiene esas exigencias, pero tiene dos premios: uno futuro que es que siguiéndole en la pena, le seguiremos también en la gloria; y dos, que estaremos siempre con él. ¡Este sí que es un buen premio! Estar siempre con Jesús. ¡Pero qué tontos podemos ser a veces! ¡No darnos cuenta de que si decimos sí a Jesús, estaremos siempre con él! (Rato de oración creyéndome esto)

“Quiero estar a tu lado, Señor. Quiero estar a tu lado, Señor, Quiero estar a tu lado, Señor.”

En tu bando, Señor. Bajo tu bandera. (Rato de oración… viviéndolo en la calle).

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