Aunque todas las lecturas de hoy son muy sugerentes, vamos a centrarnos para preparar la oración en el texto del evangelio, porque aporta una serie de detalles que pueden ser muy interesantes para nuestra oración de petición y de intercesión ante el Señor.
1.- “Jesús fue a la región de Tiro”. Jesús se retira de su actividad. El texto paralelo de Mateo dice: “Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón” (Mt 15, 21). En la vida de Jesús se suceden los momentos de retiro y de retorno. Jesús se retira a diario para orar a solas. Sobre todo de noche y a primera hora del día. Pero también se retira a temporadas. Nosotros debemos orar como Jesús. También en lo que respecta a los ritmos de oración: diario (oración de cada día), y a temporadas, que nosotros concretamos en un ritmo mensual (retiros) y anual (Ejercicios Espirituales).
2.- Procuró “pasar desapercibido, pero no lo consiguió”. Jesús, a pesar de haberse retirado lejos, atendió a la mujer cananea –y eso que no era del Pueblo elegido. No se escudó en que esos momentos eran exclusivos para Dios. Las necesidades de la caridad pueden hacernos salir de nosotros mismos en cualquier momento del día y de nuestra vida. Como decía atrevidamente el P. Morales, a propósito del episodio de la Visitación: “Con María, tengo que aprender a sacrificar mi vida de intimidad con Dios o con mis hermanos, siempre que el Espíritu Santo me impulse a llevar el amor a los demás”.
3.- “Una mujer que tenía una hija poseída…”. Es la oración de intercesión: la madre no pedía para si, sino para su hija. Esta mujer se suma a tantos ejemplos de intercesión que aparecen en el Evangelio: por parte de padres, madres, amigos…; judíos y extranjeros; sobre vivos y sobre difuntos; con palabras, o con silencios elocuentes de lágrimas (recordemos a la viuda de Naín)... ¿Y nosotros? ¿Pedimos por tantos como viven con nosotros, por todas sus necesidades? ¿Nos importa su conversión?
4.- “…Se enteró enseguida, fue a buscarlo, se le echó a los pies… y le rogaba…”. Son cuatro etapas sucesivas en la oración, que se complementan con otras tres que aparecen en el pasaje paralelo de san Mateo: “una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle… Ella se acercó y se postró ante él diciendo…”. Combinando ambos textos, encontramos siete pasos en la oración de petición. Podemos preguntarnos si también nosotros oramos así:
a) Se enteró enseguida: supo que Jesús estaba cerca. Y que venía con poder para curar.
b) Saliendo: la oración nos impulsa a salir de nosotros mismos y a poner los ojos en el corazón de Dios para captar las necesidades de cuantos nos rodean.
c) Fue a buscarlo: buscar a Jesús, sabiendo que Él es el único que puede sanar.
d) Se puso a gritarle: hemos de orar con toda nuestra voz, con todo el corazón, con toda la mente, con todas nuestras fuerzas, con toda la vida.
e) Se acercó: la oración nos acerca a Jesús, nos lleva a su presencia, busca el contacto directo con Él, a través de la mirada, la voz, los gestos…
f) Se postró ante él: la oración parte de la humildad, de la conciencia de la propia pequeñez e indigencia, y sabe que se dirige hacia el que todo lo puede.
g) Le rogaba…: exponer con sencillez nuestras necesidades. Enseñarle las llagas.
5.- “Se le echó a los pies…; le rogaba que echase al demonio…; encontró a la niña echada en la cama”. ¿Conjugamos también nosotros en nuestra oración el verbo echar?
Oración final. Madre: enséñame a orar como Tú. A recogerme en el silencio, como Tú en Nazaret, pero también a seguir orando cuando el Espíritu Santo me impulse a llevar el amor, como Tú en la Visitación. Enséñame a interceder por los demás, como lo hiciste Tú en Caná. Y enséñame a buscar a Jesús, a acercarme y a postrarme ante él, a rogarle… como lo hiciste Tú durante toda la vida, y especialmente al pie de la Cruz.