Tengo algunos amigos no creyentes que cuando hablamos de la fe me dicen que creer en Dios te hace la vida más fácil. Me lo dicen en el sentido de que así es todo más sencillo, y dan a entender que es un montaje mental para tranquilizar la conciencia. Y la verdad es que sí, que la vida con Dios es más vida. Pero si leyeran los textos de este domingo se darían cuenta de la exigencia que supone el cristianismo. Por que muchas veces hoy en día lo que se huele en el ambiente es que la gente va a lo suyo, que lo que quiere es vivir su vida, que los demás no importan mucho. Creemos que así somos más felices, que vivimos la vida más a fondo, que le sacamos todo el jugo.
Pero la Palabra de Dios no se anda con rodeos: Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? Amar, amar de verdad, no es fácil porque muchas veces es ir a contrapelo. Normalmente no coincide con lo que en ese momento nos apetece, o con la persona que más queremos. Es exigente, ya lo creo. No, el cristiano no se hace montajes para facilitarse la vida, en realidad se la complica. Nos lo decía Jesús en el Evangelio esta semana: Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.
Pidamos a Dios que sepamos seguir a Jesucristo, que sea nuestro modelo para vivir la vida amando de verdad. Que los hombres vean en nuestra forma de vivir el reflejo del amor de Dios a los hombres, el verdadero amor que da la vida sin esperar nada a cambio.