8 febrero 2011, martes de la quinta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas”.

No basta con acercarse a Jesús, como este grupo de personas que nos indica el texto del evangelio de hoy, para entrar en su presencia, para dejarse tocar por Él. Tenemos que acercarnos más, hasta llegar a tocarle y así, en su presencia aumentará nuestra vida de fe.

Una vez, puestos frente a su mirada ya podemos entrar en diálogo con Él.

Pero descubrimos que la dificultad no está en las palabras, sino en el corazón.

A lo largo de estos días hemos leído en los primeros capítulos del evangelio de san Marcos el deseo de muchas personas necesitadas y enfermas. Todos se acercan a Jesús para ser curados. En todos ellos su actitud es la humildad, la sencillez. Han palpado sus necesidades y limitaciones. Ya han probado todos los medios para ser curados de sus enfermedades y no han encontrado solución en ningún médico.

Algunas personas, como no se pueden mover, por estar en una camilla, se dejan llevar para ser tocados o mirados por Jesús. Jesús con corazón misericordioso, al ver la necesidad de cada persona, le devuelve la salud, si le conviene.

En el evangelio de hoy sucede todo lo contrario.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos…” Y le preguntaron a Jesús: “Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen las tradiciones de los mayores?

Seguid leyendo, Jesús les contesta con un texto duro del profeta Isaías. Y Jesús sigue diciéndoles: “Dejáis a un lado el mandato de Dios para aferraros a la tradición de los hombres…”

“Dios quiere amadores y no discutidores” le gustaba repetir con frecuencia a Abelardo de Armas en sus puntos para la oración. Los sabios, escribas y fariseos buscan envolverle en un laberinto de palabras y tradiciones. Jesús pone al descubierto sus malas intenciones. Andan buscando pretextos para acusarle y deshacerse de Él.

Los pequeños y los pobres, todo lo contrario, hablan poco pero suplican y le piden ayuda. Esta es una forma de oración. La oración se súplica. ¿O acaso no tenemos ninguna necesidad?

“La oración bien hecha toca el corazón de Dios y le incita a escucharnos. Cuando oremos, que sea todo nuestro ser el que se vuelva hacia Dios; nuestros pensamientos, nuestro corazón… El Señor se dejará doblegar y vendrá a ayudarnos. Ora y espera. No te turbes; la agitación no sirve para nada. Dios es misericordioso y escuchará tu súplica. La oración es nuestra mejor arma: es la llave que abre el corazón de Dios” (San Pío de Pietrelcina)

Santa María, Reina y Madre de los pecadores, y los pequeños que me canse de pedir ayuda y consuelo. Ayúdame a vivir en sencillez y a que no pierda la confianza el Corazón de Cristo.

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