5 mayo 2011, jueves de la segunda semana de Pascua – Puntos de oración

En este tiempo de Pascua, podemos hacer girar nuestra oración en torno al testimonio de los apóstoles en la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles:

El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.

1. Pido ayuda al Espíritu Santo, para que:

  • Avive mi fe, especialmente en la resurrección de Jesús y en su poder para convertirme y perdonarme.
  • Me dé un corazón dócil, obediente a lo que me quiera decir durante la oración y en mi vida.

2. Le pido a la Virgen: “Madre, alcánzame la gracia que me trae Cristo resucitado: fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente”.

3. Me hago consciente de que soy autor de la muerte de Jesús (a quien vosotros matasteis) pero beneficiario de su gracia (me otorga la conversión con el perdón de los pecados).

  • Mi pecado, mis pecados concretos y mis miserias, no son pues un obstáculo para mi conversión, no son una evidencia de que “no tengo arreglo”, sino que pueden ser la ocasión para convertirme (volverme) a Dios. Para esto, no para otra cosa, ha muerto Cristo.
  • Si descubro en mí faltas de esperanza sobre lo que Dios puede y quiere hacer en mí, me vuelvo al Corazón de Cristo resucitado y hago un acto de fe, de amor y de confianza respecto a su misericordia y a su poder en mi vida.
  • Pido humildemente la gracia de la conversión, recordando que en la renovación de las promesas del bautismo de la Vigilia Pascual he renunciado a la tentación de “creer que ya estoy convertido del todo”. Y renunciar también a la tentación opuesta (que al final es la misma, pues ambas acaban montándome la vida de espaldas a dios) de creer que Dios no me puede convertir del todo.

4. Doy gracias a Dios por el testimonio de los apóstoles (Testigos de esto somos nosotros).

  • Rezo por los obispos. Y por mi obispo, sucesor concreto de los apóstoles.
  • Y pido también la gracia de ser yo testigo de la resurrección.

5. Es sorprendente el “nosotros y el Espíritu Santo”.

  • Si soy dócil, seremos testigos “yo y el Espíritu Santo” (¡¡!!). ¿Cómo puede ser este tándem posible?. La condición para ello es obedecerle (Dios da el Espíritu Santo a los que le obedecen).
  • Una dificultad para obedecer al Espíritu Santo es obedecer a los hombre en vez de a Él, como denuncian los apóstoles en la lectura. Formas de obedecer a los hombres en vez de a Dios son: dejarme llevar por criterios del mundo (formas de pensar, sentir y actuar que son muy “razonables” pero que no son las de Dios) y buscar la aprobación de los demás, el quedar bien, el que hablen bien de mí.
  • Otra dificultad, tan grande o mayor que la anterior, es querer obedecerme a mí mismo. Y una vez en esto, el demonio lo tiene facilísimo. Por ello, para evitar este escollo, muchas veces la obediencia a Dios me viene por medio de mediaciones humanas, tales como el guía y el director espiritual. ¿cómo llevo este punto?

6. Termino mi oración examinando las gracias recibidas, y concretando un propósito que pueda ofrecer hoy a la Virgen como flor del mes de Mayo.

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