En este rato de oración va a ser muy fácil vivir en la presencia del Jesús resucitado. Es un dialogo fácil de mantener.
Seguramente, aunque han pasado sólo unos días desde el Domingo de Resurrección, vivido de manera especial en estos días de Semana Santa, hemos vuelto a caer en la falta de esperanza. Por esta situación pasaron los dos discípulos de Meaux. Abandonan a Jesús y a sus amigos para volverse a su aldea. Van tan tristes que parece caminan sin rumbo, hacia ninguna parte.
Pero en este momento Jesús se aparece a estos discípulos que desertan. De nuevo, en este rato de oración se hace presente en mi vida.
Vamos a leer con detenimiento, sin prisas este texto del evangelio de san Lucas. El resto lo hará el Señor. Que me deje arrastrar por ese diálogo totalmente nuevo. Porque su palabra es la verdad, el camino, la vida.
Dos discípulos de Jesús, iban andando aquel mismo día… iban comentando todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Así ha de ser nuestra catequesis. Por delante el testimonio, acercarse y acompañar, caminar con el interesado, dedicando parte de mi tiempo. Esto es lo que hace Jesús.
Pero sus ojos eran incapaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿qué conversación es la que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados y uno de ellos que se llamaba Cleofás, le replicó. ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?
Él les preguntó ¿Qué?
Ellos contestaron: Lo de Jesús, el nazareno, que fue un profeta en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo… Para estos discípulos, por falta de fe y paciencia, consideran que Jesús es un ayer que pasó, algo que ha desaparecido para siempre sin dejar huella.
Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel, y ya ves, hace dos días que sucedió esto…
¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?...
Que no pase un solo día sin dedicar a Jesús unos minutos de oración. Es la respiración, la vida del alma y el alimento de la fe. Sólo quiere que esté dispuesto para escucharle. Si le escucho cada día por medio de los textos del Evangelio y reflejado en da rostro de las personas con las que me encuentro por la calle, mi “corazón dejará de ser de piedra” para transformarse en corazón de carne.
Santa María: alcánzame el gozo de la pascua, fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, amor ardiente.