Nuestra oración de hoy debiera ser tan sencilla como colocarnos ante este Misterio de amor que fluye entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y dejar que llegue hasta lo más profundo de nuestro corazón.
Es una fiesta gozosa y agradecida al Dios uno y trino por la obra de nuestra Redención.
Cuando el hombre andaba a la deriva, camino de la perdición total, la Trinidad se compadece y planea nuestra salvación, que lleva a cabo con la Encarnación del Verbo. “Tanto amó dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”
Ante esto solamente cabe agradecer y adorar, dando gloria al Padre al Hijo y al Espíritu.
Si entramos un poco más en el misterio trinitario, descubrimos que se da una comunidad de amor: El “Yo” del Padre, al comprenderse y reflejarse a sí mismo, engendra el “Tú” que es el Hijo. Y del amor mutuo de ambos procede el “Nosotros”, que es el Espíritu Santo, don de devolución de amor, comunicación y diálogo.
El Dios Trinitario se nos hace cercano, compasivo y misericordioso en Jesucristo.
No nos hacen falta más ideas para adorar amando, para hacer nuestra oración envueltos en el amor de la Trinidad.
Solamente unas palabras del Vaticano II: “Cuando el Señor ruega al Padre que „todos sean uno como nosotros somos uno‟, abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y la caridad” (GS, 24, 3)
Le pedimos a María que nos ayude para adentrarnos en este océano de AMOR, y que nuestra vida sea un continuo adorar a le Trinidad.