30 junio 2011, jueves de la XIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En esta ocasión nuestra reflexión va a girar en torno a la primera lectura, la lectura del libro del Génesis. Y es que es de un dramatismo impresionante. En ella se nos narra de manera pormenorizada el patetismo del sacrificio de Isaac. A primera vista puede parecernos que esta lectura nos ofrece la cara más dura, exigente y, casi me atrevería decir, despiadada, de Dios: En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán (…) «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio...» Isaac era el hijo prometido por Dios a Abrahán, el hijo de la promesa. Y ahora Dios, después de habérselo prometido, se lo pide en sacrificio. Parece como si Dios jugase cruelmente con el corazón del pobre anciano. El autor sagrado no podía haber escrito el relato de manera más refinada. Se nos cuenta con todo detalle y parsimonia los pasos dados por el mismo Abrahán para sacrificar a su hijo amado, dejando traslucir el sufrimiento en el lento paso del tiempo hacia el momento del sacrificio: «Abrahán madrugó, aparejó el asno (…) cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos» El momento de máximo patetismo llega cuando, caminando los dos solos, el muchacho dijo: «Padre…Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» Y Abrahán contesta: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»Y siguieron caminando juntos. El desenlace del drama llega a su fin cuando, en el último momento, el ángel del Señor detiene a Abrahán y exclama: «Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.» Temer a Dios aquí habría que entenderlo en el sentido de confiar y esperar en Dios, no en el de temerle. Pero uno se plantea: Dios puso a prueba a Abrahán pero ¿era necesario semejante prueba? Los entendidos dicen que este relato es el anuncio de lo que luego sería el sacrificio de Cristo, el Hijo de Dios, a manos de los judíos. En este último caso no hubo ángel salvador, y el sacrificio se consumó. Pero dejando aparte este tema ¿qué quería Dios para Abrahán con semejante prueba? Pienso que lo que pretendía era dilatar el corazón del venerable patriarca hasta límites insospechados. No es que Abrahán tuviera que demostrarle a Dios su fidelidad. Esta había quedado demostrada a lo largo de su larga vida. De hecho, Dios le había bendecido, era el patriarca del pueblo elegido. Nos cuenta el libro del Génesis que era muy rico en ganado, plata y oro, y que sus posesiones eran inmensas. Pero Dios sabía que Abrahán podía mucho más, que estaba llamado a una plenitud aún mayor por el desasimiento más absoluto. Y entonces es cuando le pone a prueba. Pero le pone a prueba con infinito cariño, como el maestro que somete al discípulo al entrenamiento más duro sabiendo lo que puede dar de sí. Porque Dios aprieta, pero no ahoga. Y el Señor multiplicó a sus descendientes mucho más de lo que Abrahán nunca pudo soñar: como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Que el relato de Abrahán nos sirva a nosotros de ejemplo para no tener miedo a lo que Dios nos pueda pedir, por muy doloroso que pueda parecer.

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