25 junio 2011, sábado de la XII semana de Tiempo Ordinario

1. Introducción:

Hoy estamos en un día entre dos solemnidades: la Natividad de San Juan Bautista y el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Podemos buscarles su relación para ayudarnos en la oración de hoy y prepara así la gran fiesta de mañana.

La primera procesión del Santísimo fue la visita que hizo la Virgen María a su prima Santa Isabel. Desde esa custodia que era la Virgen María, donde Jesús estaba escondido a los ojos pero donde no estaba inactivo, santificó a San Juan. Jesús gusta de esconderse y hacer su labor callada en muchas ocasiones. Toda la vida oculta fue eso y sus paisanos cuando empezó su vida pública ser resistieron a aceptarlo como Mesías, pues no habían notado nada extraordinario en él. En el evangelio vemos que recibe a Nicodemo de noche y seguramente habla con él en privado. A muchos enfermos que cura les recomienda que no divulguen el milagro. En alguna ocasión se dirige a Jerusalén o a la región de Tiro y Sidón de forma discreta, intentando pasar desapercibido. Y en esta primera visita a casa de la prima de su madre, Jesús va de forma casi invisible y queriendo pasar desapercibido. Sin embargo una revelación especial y la fe de Isabel le descubren y no puede por menos de proclamarlo a voz en grito. A pesar de esos gritos es posible que no se enterara mucha gente de la presencia de Jesús allí. Pero Él iba a realizar su labor santificadora de forma oculta en Juan, niño en el vientre de su madre. Y también la hizo que Juan se convirtió en el mayor de los nacidos de mujer y en un fuego de fundidor y una lejía de lavandero que purificó al pueblo de Israel y lo preparó para recibirle.

Y Jesús desde la Eucaristía sigue haciendo esa labor oculta. Los textos de la misa de hoy los podemos considerar también como ejemplos de ese ocultamiento con el que el Señor busca nuestra cercanía. Abraham recibe la visita misteriosa de tres hombres, la visita del Señor, que le trae la realización de la promesa tan esperada. El centurión del evangelio no se considera digno, siendo gentil como es, de contaminar al maestro recibiéndole en su casa. Y Jesús vencido por la delicadeza y la discreción de este hombre bueno realiza inmediatamente la curación que le pide y hace de él uno de los elogios mayores del evangelio.

2. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

3. Petición: Santa María, primera custodia de Jesús. Enséñame a descubrirle oculto en la Eucaristía y a ocultarme con él en el deber del momento presente.

4. Composición de lugar: Contemplar a la Virgen entra en casa de Isabel con el niño en su seno.

5. Puntos para orar: Leer despacio, si nos ayuda, cualquiera de las lecturas de la misa de hoy. O bien

repetir el Magníficat como nos sugiere el salmo responsorial.

6. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios y Madre mía, ayúdame a vivir hoy la presencia oculta de Jesús en la Eucaristía.”

Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda. Proponerme en estos días del Corpus visitar con más frecuencia a Jesús en la Eucaristía.

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