El Evangelio, como en días anteriores, nos sigue trayendo referencias sobre los negocios de este mundo y al auténtico valor que deben de suponer el dinero-riquezas en nuestra vida. El mundo en que vivía Jesús no era diferente al nuestro. El afán de riquezas, de poder y prestigio eran las aspiraciones habituales de los hombres. Y estas aspiraciones, según nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos, son las que diferencian a los hombres que actúan según la carne y a los que actúan según el espíritu.
Esta es la propuesta que os ofrezco para la oración de este día. Una súplica: Señor, haznos hombres de espíritu para que así aparezcan en nosotros los frutos del espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Cuando se decide servir a Dios y se rechaza la servidumbre al dinero (riquezas de este mundo), aparecen en el corazón estos frutos del Espíritu. El hombre se vuelve generoso, compasivo, alegre, amable, casto.
Que contemplemos en la Virgen santa María, en este primer sábado del mes de noviembre, ese corazón lleno de Espíritu. En ella resplandecen todos los frutos del espíritu. Alcánzanos María un corazón grande que sepa elegir a Dios sobre todas las cosas.