El hombre es un ser para la vida
Los saduceos que se acercan a Jesús con una pregunta capciosa y presentándole un caso hipotético, negaban la resurrección, y con este caso lo que hacen es ridiculizarla.
Por eso nuestra oración de hoy, acompañados especialmente por María, en un sábado más que dedicamos especialmente a nuestra Madre, tiene que ayudarnos a tener una visión adecuada de la muerte y de la vida, porque de ahí se derivará nuestra forma de actuar y de colocarnos ante los distintos acontecimientos.
Lo primero que hemos de tener presente es el grupo que plantea a Jesús esta pregunta en el evangelio. Los saduceos estaban formados por aristócratas y sacerdotes. No aceptaban más ley que la Torá. Tenían complejo de élite y eran materialistas y pragmáticos. No admitían la existencia de los ángeles ni la resurrección de los muertos. Eran escépticos respecto de la era mesiánica. Políticamente buscaban el poder, por eso colaboraban con los romanos.
Jesús afirma que el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, “no es un Dios de muertos, sino de vivos” porque para Él todos están vivos en su presencia.
De cómo nos coloquemos ante la muerte depende todo nuestro procedes en la vida. De ahí que la intimidad de nuestra oración nos tiene que ayudar a clarificar la visión. Según son las respuestas, así son actitudes vitales.
- Miedo visceral
- Silencio ante un tabú
- Fatalismo estoico ante un hecho natural e inevitable
- Hedonismo a tope ante la fugacidad de la vida
- Pesimismo
- Rebeldía
- O bien la serena esperanza de una creencia en la inmortalidad y la resurrección.
Jesucristo resucitado es la única respuesta válida al interrogante de la muerte del hombre.
Pensemos esto en este rato y se nos llenará el alma de una paz imperturbable.
La muerte nunca es el final del camino. El final es JESUCRISTO.