Domingo de la XXXII semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A) –Puntos de oración

Hoy es domingo: “El día del Señor, el día de la resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del Señor. Porque en este día es cuando el Señor subió a los cielos victorioso junto al Padre”.

“Hoy es domingo: día por excelencia de la asamblea litúrgica, en que los fieles deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva” (Catecismo de la Iglesia Catolica,1167).

Hoy es domingo y por eso escuchamos la Palabra de Dios que nos dice: “Velad y orad porque no sabéis ni el día ni la ora”. No es una expresión de miedo sino de esperanza. Es el día y la hora del encuentro con el Señor. Hacia este día está enfocada nuestra vida, aunque no siempre vivamos conscientes de ello. El evangelio de hoy nos invita a una vida en plenitud.

Vírgenes necias y vírgenes sensatas. Pensemos un poco en la parábola que Jesús cuenta. ¿Qué diferencia hay entre unas y otras? Hacen lo mismo, todas son vírgenes, viven, trabajan y duermen. Solo hay una diferencia: el aceite. ¿Para qué sirve una lámpara de aceite sin aceite? ¿Para qué sirve la vida sin Jesucristo? ¿Cómo se puede vivir sin amor?

El aceite de la lámpara, el aceite que da sentido a la vida, el aceite que da luz, el aceite que cura, el aceite que da sabor… es Cristo. Sin él, la misma vida vivida por unos y otros tiene o no tiene sentido, se vive en la alegría o en la tristeza.

Me impresiona siempre las personas que sonríen, que sonríen siempre, que llenan todo de luz, de paz, de amor. Viven con sus lámparas encendidas, tienen el aceite de la vida.

El aceite de la vida es Cristo, y quien lo tiene, ama. La vida es para adquirir este aceite, para adquirir a Cristo, para llenarse de él. Cuando llegue el momento del encuentro, ya nadie nos podrá dar nada, tendremos o no tendremos amor.

Aquí está la radicalidad de la vida. La parábola nos invita en este domingo, a una vida de plenitud, de entrega, de amor, de servicio. Esta vida, cuando está llena de Cristo, da fruto aún en el descanso y el sueño. Uno irradia luz y amor.

¿Cómo está el aceite de tu lámpara?

Feliz domingo. “Cuando meditamos las maravillas que fueron realizadas en este día de domingo de tu santa y gloriosa resurrección decimos: ¡Bendito es el día del domingo!

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