Hace unos días recordaba a unas familias los medios para encontrarnos con Jesús en unas frases cortas y certeras, porque van directamente al corazón, de la Madre Teresa de Calcuta:
“El fruto de silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe,
El fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio
El fruto del servicio es la paz”.
Y el fruto de la oración, la fe, el amor, el servicio y la paz es el encuentro personal con Jesucristo que con su encarnación, muerte y resurrección nos ha redimido y salvado si le queremos seguir.
La oración de este día la podemos centrar en el Salmo 33 que nos propone hoy la liturgia.
“Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
Mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuche y se alegren”.
Sólo los humildes escuchan al Señor y se alegran de que los dirija la palabra.
Sólo los humildes alaban con su boca al Señor y le dan gracias por todo lo que les sucede, descubriendo lo positivo que se esconde en las circunstancias y en las personas con las que me relaciono cada día.
Sólo los humildes bendicen al Señor en todos los momentos del día. No se quejan y siempre son agradecidos.
Y siguiendo con el salmo 33
“Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;
Pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Sólo los humildes se sientes escuchados y mirados por el Señor en todas sus necesidades”.
Sólo los humildes se dejan contagiar de la fe de María y llegan a vivir en intimidad con Jesús. Que así sea.