Hoy el Evangelio, propone uno de los textos que más suscitan y han hecho mella en el corazón para seguir al Señor:
“El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; peor el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. ¿Pues de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mi y de mis palabras en esta época descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles.” (Mc 8,34-39).
Hace poco celebrábamos el cincuenta aniversario de la Milicia de Santa María. El Papa, nos invitaba a no renunciar al gran ideal de santidad. Fernando Martín nos lo reiteraba: “exhortación que nace del ideal que siempre ha vivido y ha querido vivir la Milicia: el ideal de santidad en medio del mundo en un clima de familia y unidad en el camino hacia Dios.
Ponerse en oración, si se han hecho las adicciones de la noche y de la mañana al levantarnos, en la presencia de Dios y después del ofrecimiento de obras, leyendo o recordando este texto que hemos meditado montones de veces con solo empezar a leer:
1º.- El que quiera venir conmigo, es decir, si quieres venir, si me quieres seguir, mira que te estoy invitando- te dice y me dice y nos dice a todos Jesús- fija su mirada en ti, te encuentras entre aquellos que le escuchaban y apretujaban en uno de esos lugares que él buscaba para hablarles. Y este lugar tenía que ser delicioso, hermoso, puede ser en la orilla del mar, en la ladera de la montaña, desde la barca: “el que quiera venirse conmigo,…
Supliquemos con san Ignacio que no seamos sordos a su llamamiento. Que nos llama a seguirle, a un ideal de santidad admirable, incomparable ¿Qué menos bueno puede querer Él para nosotros, para cada uno? “Señor, que no sea sordo a tu llamamiento, quiero seguirte aunque veo que no es nada fácil por lo que me sigues diciendo.
2º.- Ahora me das el precio de tu seguimiento: que me niegue a mi mismo, cargue con mi cruz y te siga. No es nada cómodo, es exigente, eres exigente y a pesar de serlo, ¿por qué tienes tantos que te siguen? Tantos que te han seguido durante tantos siglos, tantos que han dado la vida, se han expatriado, se lo han jugado todo, han apostado por Ti. ¿Qué tienes? ¿Qué nos ofreces? Sería el tercer punto de esta meditación, pero antes quiero que me fascines, me enamores, me cautives de tal forma que nada ni nadie me pueda separar pues lo que me das, nadie me lo puede dar.
3º.- “Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí y por el Evangelio la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” Aquí Jesús parece que nos invita al subir bajando, al gana-pierde que tanto nos hablaba Abelardo. Algo que el mundo no comprende y menos este mundo y esta época descreída y malvada. Parece que hablaba en lenguaje actual, para nuestra época y nuestro mundo.
Señor, te he buscado en este rato de oración, me he encontrado contigo. He escuchado tu llamamiento de nuevo más fuerte cada vez que lo medito. Pareciera como si me lo dijeras mirándome y tu mirada, como dice san Juan de la Cruz es de amor y me has arrancado un sí del fondo del corazón. Sí con mi cruz que es la tuya, quiero pasar por la vida que me regalas de ternura y amor y cuánto me gustaría que todos, muchos te siguieran este ideal de santidad en medio del mundo, tan actual y necesario para los hombres que has depositado en tu Milicia-Cruzada. Que Santa María nos lo conceda. AMEN.