Primera lectura:
En estos versículos Dios establece con la humanidad una alianza que regule las relaciones entre criatura y Creador. Noé se convierte en el padre de la humanidad con el mismo derecho que Adán: por eso Dios establece con él una alianza, lo mismo que lo había hecho con el primer hombre (Gén. 1) y le bendice de la misma manera que al antepasado primigenio.
Al igual que las demás alianzas selladas por Dios en la tradición sacerdotal, la iniciativa viene de Yahvé y solo Él se compromete; es una muestra de su bondad; tiene una repercusión cósmica y universal, del mismo modo que las alianzas con Adán (Gén. 1), con Abraham (Gén. 17) y con Moisés. Cada una de estas alianzas está marcada por un signo: la bendición de Adán, la circuncisión de Abraham, la economía sabática de Moisés y el arco iris de Noé.
Dios quiere establecer un reino de paz en el mundo. Por eso el arco, símbolo de la guerra, se cuelga en el firmamento como símbolo de paz. Misión de toda persona será buscar esta paz porque tenemos derecho a ella; ser fiel al pacto divino consistirá en luchar, sin descanso, por implantar esta paz.
Salmo responsorial:
Este salmo respira una ferviente piedad personal. El procedimiento adoptado para la composición del salmo completo es el llamado alfabético, esto es, que el autor para componer el salmo sigue la sucesión de las letras del alfabeto. El primer versículo corresponde a la primera letra y así sucesivamente, respetando rigurosamente el orden. Esto para un israelita era algo muy serio. También el alfabeto es un don de Dios. Por eso es usado para alabar a Yahvé: incluso en la sucesión de las letras. En cierto sentido es restituido al Señor, elaborado por la inteligencia humana, lo que Él le ha regalado. Además no hemos de olvidar otro aspecto religioso del alfabetismo: alabar a Dios con las mismas letras con que ha sido escrita la Ley.
Todo el salmo oscila entre dos polos: lo que ha hecho o lo que hace el Señor, y lo que ha hecho o hace el salmista. Dios es presentado como el que indica el camino justo a seguir. Tenemos por tanto, un Dios que ofrece su propia amistad. Un Dios que enseña a todos el camino a seguir.
Segunda lectura:
En este texto de San Pedro encontramos un desarrollo de contenidos dogmáticos sobre la Pasión y la Glorificación de Cristo, que aparte de dar sentido a nuestro bautismo, son la luz que debe iluminar nuestro sufrimiento y nuestra muerte. Sobre todo se quiere subrayar que incluso la muerte ha quedado sometida a Cristo glorificado. El dominio de Cristo sobre la muerte es uno de los motivos centrales y más importantes del Nuevo Testamento. El autor enlaza íntimamente la destrucción del poder de la muerte con el bautismo. Se puede relacionar con el texto de san Pablo en Romanos 6,3-5: «¿Habéis olvidado que a todos nosotros, al bautizarnos vinculándonos a Cristo Jesús, nos bautizaron vinculándonos a su muerte? Luego aquella inmersión que nos vinculaba a su muerte nos sepultó con él, para que, así como Cristo fue resucitado de la muerte por el poder del Padre, también nosotros empezáramos una vida nueva. Además, si hemos quedado incorporados a él por una muerte, semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante».
El misterio de la salvación no queda como una experiencia paralizada al pie de la cruz. Tiene que pasar por la resurrección y por el Espíritu, que hace que todo empiece de nuevo en cada momento.
Evangelio:
El mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en el bautismo, es el que lo conduce al desierto para que sea tentado (Mt 4. 1).
Marcos no expresa un número preciso de tentaciones y de victorias de Jesús en el desierto, pues entiende que es el comienzo de una lucha, de lo que se tratará a lo largo de todo su evangelio.
El servicio de los ángeles significa el trato familiar que mantiene con el Padre el que ha sido llamado y es en verdad su "Hijo amado". Todo ello indica que va a comenzar una nueva creación y que en Jesús va a ponerse en marcha el nuevo pueblo de Dios.
Jesús, que es la misma Palabra, se alza en medio del pueblo anunciando la Buena Noticia.
Aquí también, ahora, en el principio, está la Palabra.
El contenido del mensaje de Jesús se expresa como programa en estas palabras: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio». Que es como decir: pasó el tiempo de la espera, se acerca el reinado de Dios; los que deseen participar de los bienes del Reino, han de convertirse y creer la Buena Noticia.
Para aceptar la llegada del reinado de Dios, la persona ha de cambiar de mente y de corazón; que esto es hacer penitencia. Pero se trata de un anuncio gozoso, de la “buena noticia” por excelencia.
Nuestra respuesta ha de ser un cambio gozoso, una salida al encuentro de Dios, que viene en Jesucristo a llenarnos de gozo, paz y amor.
ORACIÓN FINAL:
Porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronado de gloria y esplendor; por su intercesión, te pedimos que, a cuantos has salvado por el misterio de la Redención, nos concedas también el premio de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.