Las lecturas de hoy nos invitan a considerar la práctica del ayuno, al comienzo de la Cuaresma. Particularmente nos incitan a preguntarnos: ¿Por qué ayunamos? ¿Cómo hemos de ayunar? Para ello vamos a considerar el breve texto del Evangelio de hoy, pero siguiendo la traducción que hace la Biblia de la Conferencia Episcopal Española: “¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo y entonces ayunarán”.
1. Jesús, el esposo. Jesús se define aquí como el esposo el día de su boda. La vida de Jesús es un tiempo de bodas, y por tanto de alegría. Son las “bodas del amor entre Dios y la humanidad” (Juan Pablo II). Y la Iglesia, y cada uno de sus miembros, es como una Esposa “desposada” con Cristo Señor, para “no ser con él más que un solo Espíritu” (cf. CIC n 796). ¿Somos conscientes del grado de intimidad al que el Señor nos llama? ¡Nos ama, nos busca, se complace en nosotros como el esposo con su esposa el día de boda! Refresquemos en el comienzo de esta Cuaresma nuestra relación con Jesús. Si Él me ama así ¿cómo corresponderé a tanto amor?
2. Nosotros somos los amigos del esposo. Jesús en este pasaje nos ve también como sus amigos, los amigos del esposo, invitados no solo a la boda, sino a compartir toda la vida del esposo, empezando por su alegría y su banquete. Dice san Juan Bautista –en una imagen bien atrevida- que “el amigo del esposo, se alegra con la voz del esposo” (Jn 3, 29). Podemos preguntarnos: ¿cuáles son mis alegrías? ¿Coinciden con las de Jesús?
Pero conviene que estemos atentos, como las vírgenes prudentes, porque el Señor puede llegar en cualquier momento: “Llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta…” (cfr. Mt 25, 1ss). ¿Y las vírgenes necias… qué celebraron? La Cuaresma es un tiempo para afinar el oído, para estar preparados y responder en cuanto escuchemos la voz del esposo…
3. El encuentro con Jesús es una fiesta, un banquete nupcial. ¿Podrá uno ayunar en el banquete de bodas de su mejor amigo? ¿Qué podría alegar si quisiera hacerlo: el deseo de “mantener la línea”, problemas de estómago, querer reservarse para ir después a otra fiesta…? ¡Qué lejos quedarían esas objeciones, teniendo en cuenta la inmensidad del amor del amigo! Pues Jesús nos invita todos los días al banquete de la Eucaristía. ¿Cómo acudimos al banquete? ¿Cómo nos preparamos? ¿Cómo lo celebramos? Un buen objetivo para esta Cuaresma podría ser una participación más frecuente, más activa, más viva en el banquete eucarístico.
4. El sentido profundo del ayuno. Entonces… ¿por qué ayunar? Ayunar, nos dice Jesús, es como “guardar luto”. Es sufrir la ausencia del Señor, porque nos ha sido “arrebatado”. Jesús en este pasaje tiene los ojos puestos en su Pasión y muerte. Los invitados a su boda no corresponden a su amor. El sentido profundo del ayuno es alcanzar los mismos sentimientos que Cristo Jesús, sufrir por y en Jesús, y también sufrir su ausencia. La Cuaresma es una subida de siete semanas hacia Jerusalén, con Jesús, para participar de su pasión y muerte…, y también de su resurrección.
Por tanto nuestro ayuno no es un ayuno ritual, como el de los fariseos, que ayunaban por precepto dos días a la semana (cf. Lc 18,12), “porque estaba mandado así”. Compartir los sentimientos de Cristo Jesús, como dice el texto de Isaías es incompatible con buscar nuestro interés, apremiando a los demás, promoviendo riñas y disputas. Preguntemos hoy al Señor en la oración: ¿Jesús: de qué quieres que ayune? ¿Qué cepos he de romper? ¿Qué pan he de compartir y con quién? Como termina el texto de Isaías, al final romperá la luz como la aurora y escucharemos la voz del Señor que nos dice: “Aquí estoy”.
Oración final: Santa María de Lourdes: alcánzanos tener los mismos sentimientos que tu hijo; subir con Él a Jerusalén, para prepararnos a celebrar su pasión, muerte y resurrección. Que correspondamos a su amor como los amigos del esposo, más aún, como la esposa amada el día de las bodas. Que seamos sensibles al ayuno que Él nos pide. Y que cada Eucaristía esta Cuaresma sea una ocasión para refrescar la intimidad a la que nos llama.