Petición: Señor, dame un corazón de humilde, que se ponga al servicio de los demás.
Ideas: La carta de Santiago vuelve a llamarnos la atención sobre nuestra conducta. Sus palabras resuenan con fuerza: 'Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones’. Y es que ¡cuántas veces ante Dios no nos ocurre esto! Acusamos a Dios de no darnos lo que pedimos, echamos en cara a la vida que nos ha negado la felicidad, pero es que lo que estábamos pidiendo era colmar nuestras pasiones, y la felicidad la habíamos rebajado a nuestros caprichos. Y Dios es un verdadero Padre que educa, corrige y lleva a sus hijos a un verdadero crecimiento, no a frustrarse con caprichos.
Y Jesús pedagógicamente nos viene a decir lo mismo.
Las pasiones de mando, de ser el primero, de ser considerados, de tener a los demás a mi servicio, se habían apoderado de sus discípulos -de los de ayer, de los de hoy y de los de mañana, porque el corazón del hombre será siempre el mismo-.
Y, con una pedagogía exquisita, primero pregunta, después enseña, con palabras y con gestos. Y coge a un niño, lo abraza con ternura y hace de él el verdadero maestro de aquella jornada.
Y les enseña la ley del mundo al revés. El grande será el más pequeño, el poder ha de ser para servir y no para servirse de. Y en ese niño está Jesús, y en Jesús Dios mismo. Quien abraza a un insignificante ser todavía en crecimiento e ignorante, está abrazando al Creador, a la Sabiduría, a Dios.
La verdad es que no acabamos de creer todo esto y pensamos en esta ley del evangelio como algo bonito, sí, pero hasta cierto punto irreal, que no va con lo que se vive en este mundo.
Pero justo esto es lo que va mal en nuestro mundo. Por eso tenemos el mundo al revés, patas arriba. Y darle la vuelta a todo, seguir la ley del evangelio, sería en verdad colocar las cosas en su sitio.
Oramos: Me meto entre los discípulos y hago el camino con ellos. También yo quiero ser de los primeros, de los más íntimos de Jesús. ¿A quién es a quien más quiere Jesús? Y ya está el lío. Discusión sobre quien es el discípulo amado, sobre quien es la cabeza del grupo, sobre quien es el más inteligente, sobre en quien a confiado Jesús la economía, que es lo central para gestionar bien el grupo...
Jesús se medio sonríe, por nuestro infantilismo, se medio enfada. ¡Cuánto les cuesta entender!
Sigo el diálogo del evangelio. Veo como Jesús abraza a ese niño. Y siento que me descoloca.
Coloquio final: Me pego a Jesús mientras seguimos de camino y hablo con él sobre lo que ha querido decir. ¿Cómo hacerme un niño? ¿En qué puedo servir en mi vida a los demás? Y dejo que me interpele, viendo las veces en que quiero ser servido y no servir.
Puedo hacerme también como un niño, para que él me pueda abrazar.