Nos puede ayudar mucho recordar en este tiempo de Cuaresma -y siempre- que la Palabra de Dios ha de ser el fundamento de nuestra vida espiritual. Así nos lo indica el Papa Benedicto XVI, Israel pierde el Reino de Dios y sus riquezas. En cambio, los paganos llegan a obtener la Nos puede ayudar mucho recordar en este tiempo de Cuaresma -y siempre- que la Palabra de Dios ha de ser el fundamento de nuestra vida espiritual. Así nos lo indica el Papa Benedicto XVI, en el número 72 de la Exhortación apostólica “VERBUM DOMINI” sobre la Palabra de Dios en la vida y en la Misión de la Iglesia (30 septiembre 2010):
Encontrar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura
“Si bien es verdad que la liturgia es el lugar privilegiado para la proclamación, la escucha y la celebración de la Palabra de Dios, es cierto también que este encuentro ha de ser preparado en los corazones de los fieles y, sobre todo, profundizado y asimilado por ellos. En efecto, la vida cristiana se caracteriza esencialmente por el encuentro con Jesucristo que nos llama a seguirlo. Por eso, el Sínodo de los Obispos ha reiterado más de una vez la importancia de la pastoral en las comunidades cristianas, como ámbito propio en el que recorrer un itinerario personal y comunitario con respecto a la Palabra de Dios, de modo que ésta sea realmente el fundamento de la vida espiritual. Junto a los Padres sinodales, expreso el vivo deseo de que florezca «una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que, mediante su lectura orante y fiel a lo largo del tiempo, se profundice la relación con la persona misma de Jesús».
No faltan en la historia de la Iglesia recomendaciones por parte de los santos sobre la necesidad de conocer la Escritura para crecer en el amor de Cristo. Este es un dato particularmente claro en los Padres de la Iglesia. San Jerónimo, gran enamorado de la Palabra de Dios, se preguntaba: «¿Cómo se podría vivir sin la ciencia de las Escrituras, mediante las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?». Era muy consciente de que la Biblia es el instrumento «con el que Dios habla cada día a los creyentes». Así, san Jerónimo da este consejo a la matrona romana Leta para la educación de su hija: «Asegúrate de que estudie cada día algún paso de la Escritura... Que la oración siga a la lectura, y la lectura a la oración... Que, en lugar de las joyas y los vestidos de seda, ame los Libros divinos». Vale también para nosotros lo que san Jerónimo escribió al sacerdote Nepoziano: «Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que nunca dejes de tener el Libro santo en tus manos. Aprende aquí lo que tú tienes que enseñar». A ejemplo del gran santo, que dedicó su vida al estudio de la Biblia y que dejó a la Iglesia su traducción latina, llamada Vulgata, y de todos los santos, que han puesto en el centro de su vida espiritual el encuentro con Cristo, renovemos nuestro compromiso de profundizar en la palabra que Dios ha dado a la Iglesia: podremos aspirar así a ese «alto grado de la vida cristiana ordinaria» que el Papa Juan Pablo II deseaba al principio del tercer milenio cristiano, y que se alimenta constantemente de la escucha de la Palabra de Dios”.
* Breve comentario a las lecturas:
Los milagros realizados por Jesús en Cafarnaún suscitan la envidia de sus paisanos de Nazaret. Jesús (dando su interpretación de la primera lectura) se sitúa en la línea universalista de los profetas, críticos con la idea de que la salvación sea exclusiva de los judíos. El evangelista san Lucas subraya que la salvación es para todos los hombres, pero los judíos se empeñan querer conservar sólo para ellos lo que Dios quiere para todos.
Jesús es maestro, profeta, hermano, amigo y dice siempre la verdad. Y a veces la proclama con dolor, como aquí por ejemplo, cuando habla de la salvación a los vecinos de su pueblo, Nazaret, y éstos se niegan a escucharle y le desprecian, porque lo ven como a pobre hijo del carpintero.
Los nazaretanos, como Naamán, esperaban que sus profetas y jefes, si surgían, serían de realeza, espectaculares. Y Jesús, desinteresado de realezas y vanidades, les recuerda la vieja escena de Eliseo y Naamán. Luego, un tanto triste, porque siempre ama a los suyos, Jesús se marcha con su mensaje a otra parte.
Israel pierde el Reino de Dios y sus riquezas. En cambio, los paganos llegan a obtener la salvación, que también se nos ofrece a nosotros en la santa Iglesia. Pero a condición de que creamos, de que aceptemos humildemente las enseñanzas y mandamientos de Cristo y de su Iglesia, de que ambicionemos la salvación. Con tal de que, reconociendo sinceramente nuestra indignidad y nuestra incapacidad, nos volvamos hacia el Señor, llenos de confianza en Él e invocando su auxilio.
* Oración final:
Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.