En la naturaleza el agua es uno de los elementos que menos conoce de límites, cuando se presenta en toda su fuerza es difícil de detener.
Hoy las escrituras nos hablan con la imagen del agua.
Donde está surge la vida, donde falta desaparece.
Jesús a veces, en el evangelio, aparece como ese torrente impetuoso que salta todo tipo de barreras. Está en Jerusalén, es sábado, y saltándose los preceptos de la ley cura a un paralítico. La consecuencia es que los escribas y sacerdotes se sienten molestos, muy ofendidos. Pero Jesús es como el agua, no puede por menos que generar vida por donde pasa. ¿Cómo detener este río? El único modo sacarlo de escena.
Ojalá nuestras vidas sean así y donde nos toque vivir seamos canales por donde corra la gracia divina.