15 marzo 2012. Jueves de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Comencemos este tiempo de oración haciendo nuestra la oración colecta de la Misa de hoy: “Te pedimos humildemente, Señor, que a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”. Estamos a la mitad del camino cuaresmal, un momento ideal para renovar nuestro deseo de seguir a Cristo hacia la Pascua, revisando nuestros planes de oración, ayuno y limosna por amor a Él. Los cuarenta días de la cuaresma suponen “una paciente perseverancia, una larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un tiempo dentro del cual es preciso decidirse y asumir las propias responsabilidades sin más dilaciones. Es el tiempo de las decisiones maduras” (Benedicto XVI). Pidamos al Espíritu Santo que sepamos escuchar la voz del Señor y poner por obra su Palabra, como nos invitan las lecturas de hoy.

"Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”. El Señor nos invita a vivir en alianza de amor con Él. Nos ha dado a su Hijo amado para que escuchemos sus palabras, que nos guían por el camino de la verdadera vida: “Caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien”. En esto consiste la fe, en escuchar la Palabra de Dios y responder a la invitación al diálogo que Dios nos ofrece.

Sin embargo, Dios se lamenta de la falta de respuesta: “Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios”. Muchas veces, en la Sagrada Escritura se describe el pecado como un no prestar oído a la Palabra de Dios y como cerrazón del hombre ante la invitación amorosa que Dios le ofrece. En la Exhortación Verbum Domini, el Papa nos ha dicho que “es importante educar a los fieles para que reconozcan la raíz del pecado en la negativa a escuchar la Palabra del Señor, y a que acojan en Jesús, Verbo de Dios, el perdón que nos abre a la salvación”. Por ello, pidamos en este día en nuestra oración que nuestro corazón no se endurezca ni se cierre sobre sí mismo, ni nuestros oídos estén sordos para escuchar la voz del Señor. Al contrario, digamos con fe aquellas expresiones conmovedoras de quienes en la historia de la salvación han abierto sus corazones a una Palabra de salvación: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (Samuel); “dime una Palabra, Señor, y mi alma quedará sana” (el centurión del evangelio). Sobre todo, una mujer ha sabido ponerse a disposición de la Palabra de Dios y ha pronunciado aquella frase que trajo a Dios al mundo: “HÁGASE en mí según tu PALABRA”.

“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”. Señor, concédeme escuchar hoy tu voz y, para ello, haz que mi alma sepa permanecer en un silencio interior que es “olvido de lo creado, memoria del Creador y estarse amando al Amado”. Haz que sepa ponerme a la escucha de tu Palabra en las fuentes de donde brota: en la Eucaristía de este día, en la lectura orante de la Escritura, pero también que sepa escuchar tu voz a través de quienes me guían en la Iglesia, de nuestros pastores, de los directores de nuestras almas; por último, Señor, que sepa escuchar tu voz en tantos hermanos míos que llaman pidiendo ayuda, que esperan de mi caridad un gesto solidario. No permitas que mi corazón se endurezca: dame un corazón semejante al tuyo”.

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