1. Según se van consumiendo las semanas de Cuaresma y nos vamos acercando a la Semana Santa.., crece la sensación de persecución.., de acecho.., y de amenaza contra el Señor…
2. ¡Se nos viene la hora encima…! ¡Esa hora fatídica.., y al mismo tiempo salvadora…!
a. A veces sucede que cuanto más cerca estamos del final, más duro se nos hace el recorrido, pues llegando ya.., parece que no llegamos nunca…
3. Dice el texto que Jesús subió a la fiesta “no abiertamente.., sino a escondidas…”
a. ¿Qué sentimientos tendría su Corazón de Jesús en esos días…?
b. ¿Cómo contemplaría los acontecimientos desde esa perspectiva humano-divina que El tenía…?
4. Vamos a detenernos hoy en nuestra oración, en lo que S. Juan llama “la hora” del Señor. Comencemos por rescatar los textos alusivos a la citada hora en su evangelio:
a. En Caná dijo: mi hora no ha llegado todavía (Jn 2,4).
b. Querían pues detenerle, pero nadie le echó mano pues no había llegado aún su hora (Jn 7,30).
c. Y nadie le prendió porque aún no le había llegado su hora (Jn 8,20).
d. Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. En verdad, en verdad, os digo: si el grano de trigo arrojado en tierra no muere, se queda solo; mas si muere, produce fruto abundante; Ahora mi alma está turbada:¿y qué diré?¿Padre, presérvame de esta hora?¡Mas precisamente para eso he llegado a esta hora! (Jn 12,23–24.27).
e. Levantando sus ojos al cielo, dijo: Padre, la hora es llegada; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti; –conforme al Señorío que le diste sobre todo el género humano– dando vida eterna a todos los que Tú le has dado (Jn 17,1–2).
f. Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13,1).
5. Después de leer con atención estos textos del Evangelio de S. Juan y de pasarlos por la oración personal ¿qué podemos comentar sobre la hora de Jesús:
a. Que Jesús era consciente, desde su más tierna infancia, de esa hora…
b. Que esa “Hora” es la síntesis más perfecta de toda su vida…
c. Que su “Hora” pasará por la muerte.., pero llegará hasta la Resurrección y la Ascensión…
d. Que no ha habido una hora más solemne en el mundo que la suya.., pues todavía sigue resonando en el tiempo y en el espacio.
e. Que los sacerdotes son los encargados de actualizar diariamente la “hora” de Jesús, y de que el Pueblo de Dios, de todas las épocas y momentos, tiene el privilegio de participar en ella…
6. Nota: Si disponemos de un poco más de tiempo, no dejemos de leer y también de orar, la Catequesis del Papa Juan Pablo II durante la audiencia general del miércoles 14 de Enero de 1998, pues versó sobre el tema que nos ha ocupado hoy en nuestra oración: La hora de Jesús…
El misterio de la hora de Jesús
Catequesis de S.S. Juan Pablo II durante la audiencia general de los miércoles
14 de enero de 1998
1. La celebración del jubileo nos invitará a fijar nuestra atención en la hora de la salvación. Muchas veces, en diversas circunstancias, Jesús recurre al término «hora» para indicar un momento fijado por el Padre para el cumplimiento de la obra de salvación.
Habla de ella ya desde el inicio de su vida pública, en el episodio de las bodas de Cana, cuando su madre le pide que ayude a los esposos que pasan apuros por la falta de vino. Para indicar el motivo por el que no quiere aceptar esa petición, Jesús dice a su madre: «Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2, 4).
Se trata, ciertamente, de la hora de la primera manifestación del poder mesiánico de Jesús. Es una hora particularmente importante, como da a entender la conclusión de la narración evangélica, en la que se presenta el milagro como «el comienzo» o «inicio» de los signos (cf. Jn 2, 11). Pero en el fondo aparece la hora de la pasión y glorificación de Jesús (cf. Jn 7, 30; 8, 20; 12, 23-27; 13,1; 17, 1; 19, 27), cuando lleve a término la obra de la redención de la humanidad.
Al realizar ese «signo» por la intercesión eficaz de María, Jesús se manifiesta como Salvador mesiánico. Mientras ayuda a los esposos, en realidad es él mismo quien comienza su obra de Esposo, inaugurando el banquete de bodas que es imagen del reino de Dios (cf. Mt 22, 2).
2. Con Jesús ha llegado la hora de nuevas relaciones con Dios, la hora de un nuevo culto: «llega la hora —ya estamos en ella— en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23). Este culto universal se fundamenta en el hecho de que el Hijo, al encarnarse, ha dado a los hombres la posibilidad de compartir su culto filial al Padre.
La «hora» es también el tiempo en que se manifiesta la obra del Hijo: «En verdad, en verdad os digo: llega la hora —ya estamos en ella— en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5, 25-26).
La gran hora en la historia del mundo es el tiempo en que el Hijo da la vida, haciendo oír su voz salvadora a los hombres que están bajo el dominio del pecado. Es la hora de la redención.
3. Toda la vida terrena de Jesús está orientada hacia esa hora. En un momento de angustia, poco tiempo antes de la pasión, Jesús dice: «Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!» (Jn 12, 27).
Con estas palabras Jesús revela el drama íntimo que oprime su alma frente a la perspectiva del sacrificio que se acerca. Tiene la posibilidad de pedir al Padre que aleje de él esa terrible prueba. Pero, por otra parte, no quiere huir de ese destino doloroso: «He llegado a esta hora para esto». Vino para ofrecer el sacrificio que procurará la salvación a la humanidad.
4. Esa hora dramática ha sido querida y establecida por el Padre. Antes de la hora elegida por el designio divino los enemigos de Jesús no pueden apoderarse de él.
Muchas veces intentaron detenerlo o asesinarlo. Al mencionar una de esas tentativas, el evangelio de san Juan pone de relieve la impotencia de sus adversarios: «Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no habla llegado su hora» (Jn 7, 30).
Cuando llega la hora, se presenta también como la hora de sus enemigos. «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas», dice Jesús a «los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del templo y ancianos que habían ido contra él» (Lc 22, 52-53).
En esa hora tenebrosa, parece que nadie puede detener el poder impetuoso del mal.
Y, sin embargo, también esa hora depende del poder del Padre. El será quien permita a los enemigos de Jesús apresarlo. Su obra se incluye misteriosamente en el plan establecido por Dios para la salvación de todos.
5. Más que la hora de sus enemigos, la hora de la pasión es, pues, la hora de Cristo, la hora del cumplimiento de su misión. El evangelio de san Juan nos permite descubrir las disposiciones íntimas de Jesús al inicio de la última Cena: «Sabiendo Jesús que habla llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Por tanto, es la hora del amor, que quiere llegar «hasta el extremo», es decir, hasta la entrega suprema. En su sacrificio, Cristo nos revela el amor perfecto: ¡no habría podido amarnos más profundamente!
Esa hora decisiva es, al mismo tiempo, hora de la pasión y hora de la glorificación. Según el evangelio de san Juan, es la hora en que el Hijo del hombre es «elevado de la tierra» (Jn 12, 32). La elevación en la cruz es signo de la elevación a la gloria celestial. Entonces empezará la fase de una nueva relación con la humanidad y, en particular, con sus discípulos, como Jesús mismo anuncia: «Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre» (Jn 16, 25).
La hora suprema es, en definitiva, el tiempo en que el Hijo va al Padre. En ella se aclara el significado de su sacrificio y se manifiesta plenamente el valor que dicho sacrificio reviste para la humanidad redimida y llamada a unirse al Hijo en su regreso al Padre.