Jn 3 14-21
El amor que Dios tiene al hombre aparece en las lecturas que la Iglesia nos propone para este 4º domingo de Cuaresma. En el libro de las Crónicas recoge la historia de pecado del hombre de ayer y de hoy. La carta a los efesios repite expresiones que nos hablan del amor de Dios: “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”. Y añade: “por pura gracia estáis salvados”.
San Juan, mirando al que será elevado en la cruz, dirá: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. Esta frase de Jesús resume uno de los sentimientos más consoladores y nuevos que debieron sentir las primeras generaciones cristianas. Unos por proceder del judaísmo, recordaban la imagen del Dios del Sinaí ante quien se tenían que cubrir los ojos para no morir. Otros por proceder del paganismo, habían vivido una experiencia religiosa en que el destino humano estaba en manos de dioses arbitrarios y caprichosos, ante los que el hombre se sentía temeroso y desconcertado.
Estamos cerca del final del camino cuaresmal; de una época de conversión, de cambio del corazón. Conversión es confrontar nuestras vidas con nosotros mismos y con Dios que está al final de nuestro comino y que nos pedirá cuenta de los talentos que hemos recibido.
Conversión es recuperar la imagen vivida del bautizado, enamorado de Cristo hasta vivir su bautismo con entusiasmo, entrega constante a Dios y a los demás. Un bautizado así suscita a su alrededor ganas de ser como él. Todos nos hemos encontrado en nuestra vida alguna vez personas concretas que con su vida de fe, esperanza y caridad nos han señalado el camino y nos han animado a recorrerlo.
Toda conversión lleva consigo un estilo de vida. Un bautizado así es un bautizado austero, que no necesita de tantos medios materiales, ni sueña con bienes de consumo superfluos. Un bautizado así rezuma por todos sus poros amor a la Iglesia, al Papa; es un bautizado orante y trabajador y no adopta formas mundanas de diversión, no es vanidoso y perezoso, su vida es sencilla y alegre, un bautizado así suscita a su alrededor ganas de ser como él.
Los hombres y mujeres de hoy, como los de siempre, a pesar de sus fragilidades o quizá precisamente por ello tienen un olfato para descubrir al bautizado coherente con lo que cree. La crisis de vocaciones que padecemos, además de las causas sociológicas, económicas, demográficas etc. Tiene mucho que ver con la imagen de bautizado que nosotros ofrecemos allí donde vivimos nuestra vida cotidiana Tenemos que transmitir palabras de aliento, es cierto que la situación no es fácil pero si elevamos la mirada a Cristo clavado en la cruz en vez de estar encorvados podremos dar ese testimonio de esperanza por muy negro que esté el horizonte.
Los frutos no podrán verse de un día para otro, pero si perseveramos en la esperanza, veremos las maravillas de Dios como lo ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad, porque Dios nunca ha dejado de su mano al hombre en general y a cada uno de nosotros en particular. La falta de esperanza en este momento que nos ha tocado vivir sería una pereza mortal.