Hay textos en la Sagrada Escritura que impactan poderosamente en el alma, cuando uno los lee o los escucha. La primera lectura de hoy entraría dentro de este grupo…
- ¿Cómo es posible que pueda ocurrir algo así entre hermanos?
- ¿Se puede odiar a un hermano hasta desear su muerte..?
- ¿Cómo llega a semejante límite nuestra naturaleza humana..?
¡Estas y otras muchas preguntas surgen en nuestro interior cuando oramos ese texto, cuando lo contemplamos en un rato sereno y tranquilo de oración personal…! Y como que uno se queda triste y desencantado de la vida…
Precisamente en estos días cayo en mis manos una obra que quizás alguno de vosotros conoceréis, su título es “Sopa de pollo para el alma” de Jack Canfield y Mark Victor Hansen. En ese libro los autores narran relatos aleccionadores para trabajarlos en seminarios y talleres... Yo voy a rescatar uno de ellos, que ya se ha hecho popular en internet bajo el título “Un hermano así”, pues creo que puede ser el mejor contraste a la primera lectura de hoy. Vamos a ver si por contrastes.., por contraposiciones.., nos damos cuenta de todo lo bueno que hay en el ser humano.., pues lo malo parece ser que ya lo conocemos, tristemente…
“A Paul, un amigo mío, su hermano le regaló un automóvil por Navidad. En Nochebuena, cuando Paul salía de su despacho, encontró un pilluelo de la calle dando vueltas alrededor del brillante coche nuevo, admirándolo.
—¿Es éste su coche, señor? —le preguntó. Paul asintió con la cabeza.
—Me lo regaló mi hermano por Navidad —respondió. El chico se quedó atónito.
—¿Quiere decir que su hermano se lo dio y a usted no le costó nada? Vaya, ojalá... —se interrumpió, vacilante.
Por cierto, Paul sabía ya lo que el chico iba a decir: que ojalá él tuviera un hermano así. Pero lo que realmente dijo lo conmovió hasta lo más hondo.
—Ojalá yo pudiera ser un hermano así —continuó.
Paul lo miró, atónito, e impulsivamente añadió:
—¿Te gustaría dar una vuelta en mi coche?
—Oh, sí. Me encantaría.
Tras un corto recorrido, el chico le preguntó:
—Señor, ¿le importaría pasar frente a mi casa?
Paul esbozó una sonrisa, pensando que sabía lo que deseaba el chico: que sus vecinos vieran que él podía volver a casa en un gran automóvil. Pero otra vez se equivocaba.
—¿Puede detenerse allí, donde están esos dos escalones? —preguntó el niño.
Subió los escalones corriendo y casi en seguida Paul lo oyó regresar con lentitud. Venía trayendo en brazos a su hermanito tullido. Lo sentó en el escalón inferior y, abrazándolo fuertemente, le señaló el coche.
—¿Ves, Buddy, es como yo te dije? Su hermano se lo regaló por Navidad y a él no le costó ni un céntimo. Algún día yo te regalaré a ti uno igual a éste... para que tú puedas ir solo a ver todas las cosas bonitas que hay en los escaparates de Navidad, las que yo he tratado de contarte cómo son.
Paul bajó del coche y sentó al pequeño en el asiento inmediato al del conductor. Con los ojos brillantes, el hermano mayor se instaló junto a él, y esa víspera de Navidad los tres iniciaron un memorable paseo.” (“Sopa de pollo para el alma” de Jack Canfield y Mark Victor Hansen., cap.1, pag. 27).
Después de lo leído.., solo cabe terminar nuestra oración con la cita de la carta a los Hebreos que encabeza el Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras.” (Hb. 10,24)