Iniciamos la oración recordando la presencia del Señor que está cerca, dentro de mí. Como necesitados de misericordia, nos reconocemos pecadores: indolentes en el camino de conversión que se nos pide en la Cuaresma. Pero confiados en el poder del Espíritu y en la intercesión de Santa María.
La primera lectura con la oración de Daniel; podíamos repetir sus palabras, haciéndolas nuestras:
- No nos desampares para siempre; acuérdate de tú misericordia; hoy no tenemos nada para ofrecerte
- Acepta hoy nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde como un holocausto y sacrificio; ahora te seguimos de todo corazón; te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes Señor. Trátanos según tu piedad.
El Salmo repitiendo con calma cada oración puede mover nuestro corazón de mucho afecto al Señor:
- Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas; El Señor es bueno y es recto…enseña su camino a los humildes.
La antífona de comunión insiste en la conversión del corazón pues tenemos seguridad de cómo actúa El Señor: “convertíos a mí de todo corazón porque soy compasivo y misericordioso”.
En el evangelio se nos invita a perdonar siempre (cuando somos ofendidos). ¿Cómo no vamos a perdonar al otro cuando nosotros necesitamos el perdón constantemente?
Del Catecismo de la Iglesia Católica
982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero” (Catec. R.1,11,5). Cristo, que ha muerto por todos los hombre, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva al pecado (cf. Mt 18,21-22)
2843 Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (cf Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (cf. Mt 18, 23 - 35), acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.
Reflexión
Por tanto, dos ideas-eje para la oración de mañana: recordamos que la misericordia del Señor es eterna y que debemos tener un corazón compasivo. En la primera lectura y en el salmo es la oración directa al corazón del Padre lo que da sentido a los textos. En el evangelio, Jesús insiste en que el corazón del Padre se inclina a misericordia antes que a justicia. Aunque nos recuerda que la condición es que debemos perdonar de corazón a nuestros hermanos. Si somos sinceros, ¡qué difícil puede llegar a ser esto! Volvamos una y otra vez al trato con el Señor. Para que rompa las durezas de nuestro corazón que nos impiden amar como El. ¿Nos atreveremos a decir al Señor con quien estoy peleado? ¿Estoy dispuesto a pedir a Sta. María por esa situación ó persona en la que no estoy dispuesto a “torcer mi brazo”? Convertíos a mí de todo corazón y viviréis. Dice el Señor.